Entre las palabras más importantes, grandes y hermosas que tiene la lengua y que recoge su diccionario, yo elegiría, sin duda alguna, la educación. Podríamos decir que la educación –en sus múltiples concepciones y manifestaciones – lo es todo en la vida de las personas, en su desarrollo individual y social, en sus creencias, en sus pensamientos, en sus sentimientos, en sus acciones, en sus emociones y en sus relaciones con los demás; también lo es en la organización económica y política, en el devenir histórico y en las manifestaciones artísticas y culturales. La educación pretende la perfección del cuerpo y del alma (Platón); la relación armónica con el entorno (Tagore); el desarrollo integral, libre, pleno y profesional de las personas, su desenvolvimiento en la sociedad, y el progreso global, equilibrado, equitativo y pacífico de todos los países y pueblos de la Tierra.
Llegados a este punto, quiero aludir, muy sucintamente, a los fundamentos básicos de la educación. En mi opinión, el principal de ellos es la dignidad y la igualdad de todas las personas, de todos los seres humanos, sean como sean, tengan lo que tengan o vivan donde vivan. Este principio, tan conocido y sencillo, constituye el primer concepto ético que tanto niños, como jóvenes han de aprender y entender y los adultos debemos de aplicar. El segundo sería la compleja e infinita capacidad de los seres humanos, que no logramos usar en su totalidad; para W. James, el hombre medio, sólo desarrolla el diez por ciento de sus posibilidades mentales latentes. El tercer concepto hace referencia al yo y los demás, que emana de lo anterior. Hemos de considerar, que nuestro vínculo con los demás, no es voluntario, ni electivo, sino forzoso y obligado; nuestra dependencia de los demás, nos queda bien clara desde que nacemos, pero también durante toda la vida; nuestra capacidad de elección es muy grande, pero lo que no podemos elegir, es vivir completamente solos, totalmente aislados. La necesidad de convivir se hace incuestionable.
Estas breves disquisiciones teóricas, nos conducen a los hechos y a las leyes, que me quiero referir y que son más entendibles y palpables. El artículo primero de los Derechos Humanos, dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.” Con este importante referente, además de una extensa literatura científica y educativa, los profesores, sobre todo de educación primaria y secundaria y también universitaria, desarrollan su valioso trabajo diario, en formar a sus alumnos en la adquisición de valores y puesta en práctica de los mismos. Esta importantísima tarea, no sólo se hace por vocación, sino también por obligación, pues el currículum de las áreas o los programas de las asignaturas, le obligan a ello.
Pero la dificultad principal para el profesorado, estriba en el enorme y a veces inútil esfuerzo para que los alumnos adquieran y asuman los valores establecidos. |
Pero la dificultad principal para el profesorado, estriba en el enorme y a veces inútil esfuerzo para que los alumnos adquieran y asuman los valores establecidos, como contenidos actitudinales del currículum. Estos son algunos de ellos: identidad y dignidad de la persona, comprensión y respeto en las relaciones con los demás, convivencia y valores sociales, fomento de la igualdad, trato no descriminatorio, por cualquier condición o circunstancia, atención a la diversidad, solución pacífica de conflictos, libertad, pluralidad política, justicia, paz, respeto, tolerancia a opiniones contrarias, Derechos Humanos, etc.
Aquí es donde aparece la verdadera contradicción de los políticos; para entenderla deberíamos preguntarnos, si comprenden el sentido profundo de la dignidad humana, si discriminan a sus adversarios, si fomentan la convivencia, si defiende permanentemente la paz, si condenan la violencia de cualquier tipo, si han leído el artículo Primero de los Derechos Humanos, etc. En nuestro país, en este año que pronto termina, su comportamiento ha sido poco leal y ha dejado mucho que desear. La mayoría de ellos han antepuesto su interés particular al de su partido, y los de su partido a los de España. Han hecho caso omiso a la población, a los que están en el umbral de la pobreza, a los parados, a los jóvenes, etc. pero sí se han preocupado de demandas políticas innecesarias, artificiales y creadas por ellos, en detrimento de todas las demás.
Pero lo que está colmando el vaso de la paciencia de los españoles, es esa caterva de políticos, incrustados en casi todos los partidos y encabezada por los independentistas-reduccionistas, torpes y excluyentes, junto con corruptos, farsantes, vociferadores, mocosos, pijoprogres, sectarios, resentidos y rufianes impresentables, que están siendo un pésimo ejemplo para los niños, para la ciudadanía y para la educación, porque están ignorando y destruyendo la obra y el trabajo de miles de estudiantes y profesores, así como los valores en los que creemos y necesitamos para vivir y progresar en armonía y en paz.
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