Antonio Luis García: «Humildad, humanismo y humanidad»

 

Qué contentos estamos con nuestros políticos y si no contentos, al menos divertidos; nos dan una de cal y otra de arena, un día acordamos y al siguiente nos enfrentamos y para que no nos aburramos, un escándalo cuando menos lo esperamos. Pero lo importante es que el Congreso siga siendo el corazón que rige le vida económica y social de nuestra querida España, el templo de los dioses de la política, y no es porque habiten allí, ni porque sea en él donde se dictan nuestras leyes, sino porque algunos realmente se lo creen. La deidad revolotea en el hemiciclo: jamás se equivocan, jamás hacen autocrítica, jamás piden disculpas, jamás se cometen deslealtades, ni errores y olvidar o perdonar, quedan fuera de lugar. Tanto es así que han logrado extender sus formas a buena parte de la población. El orgullo y el ego es lo primero; podemos disculparlo todo, pero eso sí que no. Gonzalo Rodríguez-Fraile, en su conferencia del pasado nueve de noviembre en la Facultad de Ciencias, dijo que en muchas ocasiones, anteponemos nuestro ego a nuestra felicidad. ¡Qué fuerte! Parece que estamos ignorando la teoría de la religación de Zubiri y hemos caído en la “soberbia de la vida” .

Hay más personas humildes que soberbias, sencillas que orgullosas, tolerantes que intolerantes, generosas que tacañas, etc.; no poseerán fortuna, ni poder, pero sí tendrán una felicidad y una tranquilidad, para otras difícil de alcanzar.

Pero afortunadamente no todo es así, ni mucho menos; hay más personas humildes que soberbias, sencillas que orgullosas, tolerantes que intolerantes, generosas que tacañas, etc.; no poseerán fortuna, ni poder, pero sí tendrán una felicidad y una tranquilidad, para otras difícil de alcanzar. La humildad es el antídoto contra el ego, el orgullo, la vanidad, la intolerancia, la ambición y el poder. Todo apoyado en lo material y en lo aparente, que, a su vez, constituye uno de los fundamentos del “pensamiento único” que nos ha invadido y que, lamentablemente, no se conforma con que todos pensemos lo mismo, sino que también quiere que todos actuemos de la misma manera. El racionalismo más absoluto, que inició su decadencia en el siglo XIX, junto con el liberalismo más extremo, se nos presenta hoy para dar vida al capitalismo salvaje y al pseudo marxismo de la mal llamada izquierda radical y abertzale. En ambos casos, los seres humanos, las personas, el amor, la amistad, la dignidad, la intimidad, los sentimientos, las emociones, los sufrimientos, etc. no cuentan, se ignoran; sólo somos un número, un voto disciplinado y unos consumidores obedientes.

También hemos de tratar de recuperar el espíritu del humanismo renacentista (Valla, Nebrija, Mirandola, Erasmo, Moro, Vives, etc.), por su elocuencia, su canto a la libertad, su amor al conocimiento, su entusiasmo por la vida, etc. y qué decir del resto de autores clásicos. Pero hoy, nos interesa el humanismo comprensivo que defendió Laín Entralgo y otros discípulos de Ortega: la grandeza del hombre, el respeto a la tradición, la reconciliación entre fe y razón, entre lo espiritual y lo material, la preocupación por los comportamientos éticos, el desprecio de la violencia y la búsqueda continua de la paz, son algunos de sus postulados. Estas reflexiones nos conducen a argumentar en favor del concepto de humanidad, que como el de humildad, están en trance de desaparecer. Hoy, en las relaciones familiares, en las profesionales, en las comerciales y en el conjunto de las interpersonales, se están perdiendo el afecto, el cariño, el respeto, la palabra, el compromiso, la misericordia, la sinceridad, la verdad, etc., en definitiva, la humanidad. Nuestras formas de comunicación son más dependientes, ficticias, anodinas, individualistas, egoístas y, sobre todo, interesadas. De las familias numerosas, llenas de vida, de solidaridad y de progreso, estamos pasando a las monoparentales e incluso individuales. El desequilibrio ecológico, material, emocional y humano que ocasiona, es incalculable.

Rita Barberá, puede haber sido un ejemplo paradigmático de todo ello; la persona más querida y amada, la que más votos sacaba, la que más beneficios daba al Partido Popular, a Valencia y a los valencianos, se ha visto aislada, ninguneada, olvidada y sola. La deslealtad de sus más allegados, ha sido patente y el acoso de los contrarios evidente. Pero, sin embargo, todo parece indicar, según fuentes del más alto nivel, que cuando Rita llegó a su habitación del hotel, cansada, harta y hundida, llamó por teléfono a San Pedro, confesándole sus faltas y pidiéndole que le abriera las puertas del cielo, porque cuanto antes quería estar allí, y el primer Obispo de Roma, conociendo su sufrimiento y ataviado con la grandeza del perdón, se las abrió de inmediato y de par en par. ¡Chínchense ustedes! ¡Yo me quedo aquí, tan a gustito!

Antonio Luis García. Catedrático de EU de la Universidad de Granada

 

 

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Antonio Luis García Ruiz. Catedrático de E.U.de la Universidad de Granada 

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