Ante el Día Internacional de la Educación Ambiental (26 de Enero)

Cuatro preocupaciones importantes destacan en nuestro horizonte ambiental: el cambio climático, como principal problema global, que con las 400 partes por millón alcanzadas, abre un escenario inédito y sombrío, al no haberse registrado nunca en la historia de la humanidad; la pérdida de diversidad biológica, que avanza a un ritmo 1.000 veces superior, al menos, al de las causas naturales; los impactos locales, como la recurrente contaminación de las grandes ciudades, que reduce la esperanza de vida de sus habitantes y causa 20.000 muertes prematuras cada año en España; y los productos químicos que, por diferentes vías (aire, alimentos, agua, cosméticos…) llegan a nuestros organismos acumulándose en él, hasta alcanzar 41 sustancias extrañas, como mostraron los análisis a los que la excomisaria europea de Medio Ambiente, Margot Wallström, y otras autoridades se sometieron.

Frente a todo ello se están tomando tímidas medidas, como los Acuerdos de Paris, las restricciones al tráfico en las grandes ciudades o la prohibición de algunos productos, como el bisfenol A en los alimentos infantiles. Pero ninguna de ellas saldrá plenamente adelante, si no cuenta con la presencia de una población consciente y sensibilizada, que actúe con hábitos responsables y sostenibles. Y a esta tarea está llamada la educación ambiental.

La educación ambiental debe alcanzar cinco áreas en las que todos los ciudadanos pueden introducir mejoras sustanciales:

  • El ahorro y la eficiencia, a través de hábitos atentos y cuidadosos, especialmente relacionados con el consumo de energía y la adquisición de productos.
  • La movilidad en la que la opción por el transporte público no contaminante, la bicicleta, el coche compartido o de bajas emisiones, se tornan necesarios global y localmente
  • La dieta, con productos de cercanía y temporada, y bajo consumo de carne.
  • El ocio, fomentando un turismo sostenible y un comportamiento respetuoso con el medio.
  • El consumo, sobre todo, que debe ser moderado, crítico y responsable.

Para alcanzar estos comportamientos, la educación ambiental propone valores como la sencillez, la responsabilidad, el respeto, la solidaridad o el compromiso, que no sólo contribuyen a mejorar nuestros hábitos, sino a hacernos mejores personas.

Por tanto, en este día reiteramos nuestro trabajo, dirigido tanto a niños como a adultos, para avanzar en la revolución silenciosa que, respetando los límites del planeta, genere una nueva cultura en donde ser humano y naturaleza caminen unidos guiados por horizontes de justicia y sostenibilidad.

Asociación Española de Educación Ambiental

Redacción

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