Que la escritura es su pasión da buena cuenta las diez novelas publicadas y las otras tantas inéditas. La última, ‘Lágrimas de sombra’ (Ed. Crisol), la presenta esta tarde en Librería Picasso, a las 19 horas, en cuyo acto estará acompañado por su editor, José Carlos de la Cueva.
– ¿Ha resuelto sus dudas existenciales en lo que concierne a escribir o no escribir y presentar un libro o no presentarlo?
– Escribir es para mí una necesidad de la que no podría ya prescindir, es un hábito diario. Las dudas se me plantean a la hora de publicar: después de la cuarta o quinta novela no sabía si merecía la pena hacerlo en una pequeña editorial, con un coste de edición que me obligaba a vender ejemplares para recuperar el dinero invertido. Las presentaciones son, en realidad, el único medio del que disponen los autores que publican en pequeñas editoriales para vender sus libros. Es eso lo que detesto: yo no soy un vendedor de libros. Necesito, simplemente, la escritura para ser feliz.
– Diez libros y cada uno con una editorial ¿no le satisfacce ninguna como para repetir?
– No me ha satisfecho, en efecto, ninguna como para repetir. La verdad es que unas tienen más proyección que otras. Verbum, con la que publiqué En castellano derecho, es una editorial que está muy consolidada, con un catálogo que reúne a autores de prestigio. En la última, en Crisol, he encontrado a un editor que se interesa por mí y que valora lo que escribo; quizá ha sido esto lo que me ha animado a publicar con él.
– ¿Cómo nace ‘Lágrimas de sombra’ o dicho de otra forma que le empuja a escribir esta novela?
– Es una novela que escribí con rabia, tal vez con la rabia de un perdedor, de alguien que no ha visto sus deseos cumplidos. Quería realizar con ella una crítica del mundo actual de la edición. El protagonista es un escritor que se siente en muchos momentos frustrado por no publicar en una gran editorial. Una vez y otra ve cómo se le rechazan sus manuscritos. Es lo que de alguna manera me estaba ocurriendo a mí.
– En esta obra cuenta la vida de un maestro y escritor, ¿cuánto ha tomado prestado de su propia biografía?
– La mayoría de mis novelas tienen un fondo autobiográfico. Esta lo tiene en cuanto a lo que ya he contado del escritor. El protagonista es además maestro. Escogí este oficio porque es uno de los que más conozco. Es inevitable, por ello, que apareciera el mundo de la enseñanza. La vocación lleva al protagonista a amar a sus alumnos; se suele fijar en los que más problemas tienen. Es una reflexión que también hago sobre la enseñanza, sobre los métodos que se emplean, sobre los fallos que se perpetúan por no haberlos reconocido a tiempo.
– ¿Cuándo la escribió y cuanto tardó en hacerlo?
– La empecé a escribir unos meses después de haber terminado En castellano derecho, quizá la novela en la que más me he esforzado y en la que más empeño he puesto. Para mí era, por tanto, un reto: era muy difícil escribir algo que estuviera al menos a su nivel. No sé si lo he logrado: eso es algo que debe juzgar el lector. Tardé en escribirla siete u ocho meses
– ¿Las reflexiones sobre la literatura, la lectura, las ideas sobre el arte, la creación literaria e incluso religiosas son fruto de sus propias interrogantes?
– Son reflexiones que, en efecto, hago por boca de los personajes. Aprovecho a menudo los diálogos para exponer lo que pienso. En este caso, los temas son esos: la literatura, el arte, la lectura, la religión… Son temas esenciales sobre los que una y otra vez divago. Los diálogos en mis novelas nunca son insustanciales. En la literatura renacentista también se usó el diálogo para difundir las ideas, para debatir sobre determinadas cuestiones.
– ¿Por qué le interesan los derrotados, tarados, borrachos, marginados,…?
– Siempre me han interesado los personajes marginales de la sociedad. Si se repasan mis novelas, se echa de ver que es así. Me identifico fácilmente con ellos. En esta novela ocupan un lugar muy importante: son los representantes del mundo de los fracasados, con los cuales se aliena el protagonista por compartir con ellos muchas de sus preocupaciones. La novela es en sí el grito mudo de los derrotados. Como se dice en la sinopsis, su derrota es el triunfo de los que esperan, de los que siguen los dictados del corazón.
– ¿Está convencido como el protagonista de que ‘el amor es nuestro mayor triunfo’ y que ‘la experiencia es la base de nuestros relatos?
– El amor es lo que da sentido a la existencia; sin él, todo se convertiría en un continuo fracaso. La experiencia, sobre todo la del amor, es la fuente principal de las historias; es la base de lo que se cuenta.
– ¿Admira como Esteban, otro de los personajes, a Unamuno o Gabriel Miró?
– Son dos de mis autores preferidos. El protagonista está inspirado en gran parte en Gabriel Miró. Creo que es un autor que no ha sido suficientemente valorado en la historia de la literatura. Para mí, es uno de los mejores prosistas del siglo XX. Es el autor que tiene el vocabulario más rico, el que mejor ha descrito en la literatura española. De él he aprendido mucho. De alguna manera le he querido rendir un homenaje con mi novela. El protagonista, además, se llama como él.
– ¿Puede indicar tres motivos para que los lectores se interesen por su última novela?
– Es una novela que profundiza en los verdaderos valores del ser humano, a través de un personaje que ama la belleza y que pretende crear una obra literaria en la que prime la calidad artística. Un tercer motivo sería la cantidad de sorpresas que encierra, sobre todo en su parte final. Siempre me gusta darle a la novela un giro que no espera el lector.
– ¿Desea añadir algo más?
– Escribir es un arte difícil. A veces se cometen errores. En esta novela los hay, porque no existe libro que no los tenga. Sin embargo, yo creo que también reúne aciertos. Espero que sea más valorada por los aciertos que por los errores que tenga.