Con estas calores y yo que soy muy proclive a escribir cuatro chorradas, me he acordado de los felices que debiéramos ser por tener terminado la autovía del Mediterráneo. Este año, en el Aula permanente de Adultos de la Universidad, en la asignatura “Potencialidades turísticas de Granada”, el catedrático de Geografía va y dice que no se ha podido terminar antes la Autovía de la Costa, porque no es tema importante ni prioritario, ya que solo la usan los granadinos con segunda vivienda en la playa.
Uno que aún guarda un poco de educación, me contuve y no le dije cabrón e imbécil (que lo es), pero sí que levanté la mano para decirle si él había hablado con personas de Salobreña y sabía qué pensaban, qué soñaban y que querían en su día a día. Al final reculó y solo osó decir que, bueno, pero que también tenía un poco de sentido su planteamiento.
«…con los políticos que nos ha tocado tener en esta provincia, es para darse con un canto en los dientes que ya este verano podamos conectar con Granada y Málaga sin usar los consabidos chirimbolos». |
La verdad, no me extraña nada, pero absolutamente nada que hayamos estado tantos lustros con la dichosa N 340 y con los dichosos conos de los cojones. Con pensamientos así y con los políticos que nos ha tocado tener en esta provincia, es para darse con un canto en los dientes que ya este verano podamos conectar con Granada y Málaga sin usar los consabidos chirimbolos.
Cuántos años ha estado la Magdalena Álvarez, pobre de solemnidad, diciendo que se inauguraría en el 2008, en el 2009, en el 2010… cuántas payasadas hemos tenido que aguantar al político de mis debilidades, de apellido italiano y militante del PSOE, que lleva toda su vida de Diputado, Consejero, Senador y portero de la finca, que solo se le oía cuando estaba en la oposición, mientras gobernaba su partido, chitón.
Políticos de tres al cuarto, da igual el color del partido, pues siempre miraron para otro lado cuando se trataba de la N 340. Nunca se preocuparon por los habitantes de estos pueblos, de sus necesidades, de sus negocios, de sus sueños. Cuántas mujeres nuestras mal parieron en esos caracolillos de Vélez, cuántos frutos perdidos en ese camino infernal, cuánto turismo escapado a tierras malagueñas por sus infraestructuras estupendas. Debiera estar feliz y contento por la inauguración, pero no lo estoy, pues pesa en mi tanto hijo de mala madre y tanta fulana que han querido jugar con nuestra ingenuidad.
|