Lourdes Soria es bióloga y desde hace varios años desarrolla su actividad profesional en Baeza, en la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA). Su padre, Rafael Soria Sales, fue un relevante empresario del sector oleícola en Mancha Real (Jaén) al tiempo que gran aficionado a los vehículos antiguos y clásicos lo que le llevó a fundar, junto con un grupo de amigos, el Club de Automóviles Veteranos y Clásicos ‘Al-Ándalus’ desde el que se ha impulsado relevantes iniciativas como la Ruta del Olivo y o la subida a Sierra Nevada en Ford A. A su fallecimiento, en 2015, a la edad de 85 años, precisamente en esta última actividad, los diez hermanos Soria heredaron su preciada colección. En el caso de Lourdes, el impresionante Chrysler Imperial de 1931 y su pasión por el mundo de los coches de otras épocas.
Por el momento, en Jaén no son muchas las mujeres que participan activamente en concentraciones y rutas. La mayoría suelen acudir como acompañantes de sus maridos, pero, poco a poco, cada vez son más las que sienten el gusanillo del motor. Quizás por ello, Lourdes se puso en contacto con nosotros para compartir sus vivencias. Tras varios intentos de citas, por fin se pudo materializar y Lourdes, con su hermano Rafael y su sobrino, nos recibieron en la nave de Mancha Real donde se conservan la docena y media de joyas sobre ruedas que reunió su padre. Desde allí, para probar el funcionamiento y grabar el vídeo, Lourdes nos trasladó hasta la la finca y almazara ‘Cruz de Esteban’, donde se produce el premiado aceite ‘Olivo Real’. «Somos diez hermanos, todos de Mancha Real, siete mujeres y tres hombres, yo soy la cuarta. Desde muy pequeños hemos estado viendo a mi padre con los coches, para arriba y para abajo. De jovencilla he participado en muchos rallies por toda España. La afición está clara de donde me ha venido. Cuando mi padre falleció dejó los coches con nombres y apellidos, a mí me tocó Chrysler Imperial. Al principio no lo tenía muy claro, pero luego hemos visto que los ha repartido según su valor. Unos tenemos los más antiguos y hay otros que les han tocado dos o tres. Eso lo hizo solo y no hay nada que objetar. Soy feliz con el coche que me ha tocado y si mi padre me ha dejado este coche por algo será», nos explica durante el trayecto.
También nos cuenta que si los rallies como el de la Ruta del Olivo lo sigue organizando el Club Al-Andalus, pese a las dificultad para conducirlo le ha echado un par de narices y no se ha perdido las tres últimas ediciones. «Cuando le pillas el truquillo no es complicado lo que pasa es que es un coche que pesa mucho, el volante es enorme, está superduro y las marchas carraspean cada vez que las metes. También el embrague está muy hondo, -tengo que ponerme tacón-, para poder llegar, al final. Estoy feliz de coger este coche, suelo llevar de copiloto a una hermana, y a su hijo y como es tan grande también invitamos a amigos», nos cuenta con orgullo antes de añadir que «en los rallies siempre soy la que lleva el coche más antiguo y más grande. Me dicen que lo que me pega es un Mercedes o un Pagoda descapotable, que fuera más fácil de conducir. Todo llegará, yo quiero tener un Pagoda pero este lo conservaré. Los amigos de mi padre, me dice que ni se me ocurra venderlo, que tengo que conservarlo, y en eso estamos». Lourdes reconoce que lo pasa mal cuando va a los rallies que discurren por calles muy estrechas hasta el punto de que a veces le tienen que ayudar para doblar la esquina, atravesar las rotondas o los semáforos en cuesta pues son «mortales».
Con marcha para los desfiles
Desde el punto de vista del mantenimiento indica que el año pasado tuvo problemas con la bomba de agua, pero que ya arreglada espera llegar al rallye de Marbella sin necesidad de plataforma, entre otras cosas porque «es un placer ir conduciendo y disfrutando del paisaje». Cuando le pedimos algunos datos explica que este coche «pesa entre 1 y 2 toneladas y mide 5 metros de largo». Tiene 8 cilindros lineales y una cilindrada de 5.800 cc, es un Chrysler Imperial Sedán, «con tres marchas preparado para desfilar en las grandes avenidas de Nueva York, de hecho tiene una marcha que es nada más para desfiles, pues va a una velocidad constante». En el interior, muy bonito y elegante, cuenta con un cristal que separa la parte del conductor del habitáculo para los viajeros. Su hermano Rafael nos explica que se fabricaron dos modelos: el Imperial y el Royal, siendo el primero mucho más especial porque tiene el parabrisas partido, lo que era propio de los coches deportivos de muy alto standing.
Próxima entrega: La familia Arias Trescastro y su Citroën Break de 1970 y Seat 600D de 1969
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