A la memoria de Don Diego Cano Sánchez,
ciudadano ejemplar y espejo en el que reflejarse.
Su amor por los animales, especialmente por los caballos, fue casi tan grande como su amor por las personas. Don Diego Cano Sánchez, más conocido por todos sus paisanos como Don Diego Cano, nació en la calle de “Las Hormas” de la villa de Caniles, a las una de la madrugada de una primaveral noche de un cuatro de junio del año 1900.
Siempre fue un zagal listo, locuaz, sagaz, sensato y muy inteligente. Criado en cuna de veterinarios, pronto despertó en él su amor por los animales y la vocación por la profesión familiar. Por ello, estudió la carrera de profesor Veterinario en la Universidad de Córdoba, donde se graduó en el mes de junio de 1922. Sacó la plaza en septiembre del mismo año e, inmediatamente, comenzó a ejercer su profesión.
Un apuesto muchacho, de ojos azules y pelo castaño, regresaba a su pueblo natal para ejercer con toda pasión su vocación: veterinario, es decir, ser el médico de los animales, una preciosa profesión. A los pocos años, contrajo matrimonio en la Iglesia Mayor de Baza, el día siguiente a la Epifanía del Señor de 1927, con una bellísima muchacha bastetana, que fue bautizada con el nombre de Providencia García Fuentes, Doña Providencia como todos la conocerían en la villa. Padre de tres maravillosos hijos: Diego, Providencia y Aurelia, que le dieron un nutrido número de nietos y nietas.
Era Don Diego un hombre de espartanas costumbres. Todas las mañanas se despertaba a la misma hora (07:00 horas), tomaba una ducha de agua fría –fuera la época del año que fuera, lo mismo en verano que en invierno− y, antes de marchar al trabajo, desayunaba un café y dos galletas mientras escuchaba las noticias en la radio.
Un hombre culto al que le gustaba leer y cultivar su intelecto, amante de la Ciencia y la Filosofía, lecturas y estudio que le hicieron atesorar unos vastos conocimientos. Don Diego Cano no fue una persona que destacara especialmente por su espiritualidad, religiosidad o misticismo. Sin embargo, lo que sí podemos asegurar –a tenor de la documentación consultada− es que fue un hombre poseedor de una moral y ética intachables. Alejado de toda clase de vicios y malas costumbres, vivía solamente para su familia, amigos y trabajo. Un gran aficionado a la cinegética, pues era un gran cazador, deporte y afición ésta que alguno de sus nietos –buen amigo de éste que escribe− ha heredado y continuado de forma exponencial.
Pero si por algo hay que destacar a Don Diego Cano en estas líneas es por la valentía y el amor demostrados hacia sus paisanos en tiempos difíciles, muy difíciles. De ideología progresista, corazón republicano y simpatizante de la izquierda moderada durante la II República. El estallido de la Guerra Civil le sorprendió en Caniles, villa ésta que permaneció leal al gobierno legítimo de la II República hasta que no entraron las tropas nacionales el 30 de marzo de 1939, dos días antes del final de la contienda. Durante la guerra se afilió al Sindicato de Veterinarios (U.G.T.) para poder ejercer libremente su profesión y el 23 de enero de 1939 ingresó en el cuerpo de oficiales del Ejército Republicano junto a su quinta (89 Brigada Mixta), detentando el grado de Teniente, como correspondía a su carrera de Profesor Veterinario, hasta el final de la guerra. Combatió en el frente de Jaén, más concretamente en Arjonilla, donde al término de la contienda fue apresado y conducido a la comandancia de Jaén, y de esta capital andaluza fue trasladado al campo de concentración que improvisaron los nacionales, una vez ganada la guerra, en la fábrica azucarera “Nuestra Señora de las Mercedes” de Caniles, del que saldría inmediatamente en libertad provisional.
Hemos comenzado diciendo que Don Diego Cano fue un hombre valiente y bueno, y es que así fue. En este contexto que hemos descrito correspondiente al estado de guerra, en Caniles fueron detenidos y apresados diecinueve hombres de ideología derechista, trasladados a Murcia y procesados a finales de septiembre de 1936. De esos, seis fueron absueltos y el resto condenados a penas que oscilaron entre uno y diecisiete años de cárcel, pero ninguno fue condenado a muerte. Este episodio de nuestra Guerra Civil es conocido popularmente como los “Juicios de Murcia”. El caso es que Don Diego Cano se desplazó a Murcia a testificar a favor de todos y cada uno de sus paisanos. Gesto valiente y heroico −digo heroico porque hay que ser valientes para enfrentarse a los enemigos, pero más valientes aún hay que ser para enfrentarse a los tuyos por el bien de tus amigos y convecinos−, que sus paisanos tuvieron también con él, testificando a su favor una vez finalizada la contienda, cuando Don Diego fue procesado por el nuevo Régimen Franquista en un juicio sumarísimo ante un tribunal militar. Juicio en el cual resultó absuelto del cargo que le imputaban: auxilio a la rebelión.
Para ir finalizando este breve artículo, debemos de decir que Don Diego Cano fue siempre un hombre justo, valiente y, sobre todo y ante todo, bueno. Falleció a los ochenta y tantos años en su villa natal, Caniles, en su casa de toda la vida, sita en el número 2 del antiguo Paseo de Felip, donde residió hasta el ocaso de su vida y vivió como una persona de las más respetadas, queridas y apreciadas de la villa.
Publicado en la edición impresa de IDEAL, 24-08-2017, p. 11
Ver otros artículos de:
Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino
|
|
Comentarios
2 respuestas a «Juan Antonio Díaz Sánchez: «Don Diego Cano Sánchez, veterinario de la villa de Caniles: Un hombre bueno»»
No me meteré en el análisis que haces de la figura D. Diego, porque entre otras cosas, desconozco cual fue su trayectoria vital, pero lo que está claro, es que de historia contemporánea entiendes poco o nada, a la vez que estás al servicio de un ideal. Presentas a Francisco Largo Caballero como un baluarte de los derechos de los trabajadores y de la democracia, cuando fue Secretario de Estado de Trabajo en la dictadura de Miguel Primo de Rivera o demuestras una ignorancia total y absoluta cuando te haces la picha un lío con los Jurados mixtos que actuaron durante la II República, herederos los Comités mixtos de la Dictadura. En fin, «Zapatero» a tus zapatos.
Por cierto, nos ilustras con una foto de milicianos en Baza, adalides de la democracia, aquellos que pudieron dar muerte a vecinos de tu municipio. ¿Por qué no pides que la Calle Nueva llevé el nombre de algún insigne «miliciano», tipo el campesino?