El Canal de Carlos III, quizás sea una de las obras hidráulicas más ambiciosas, de las propuestas en la centuria ilustrada del siglo XVIII de nuestro país. Un canal que recogiese las aguas de los ríos más caudalosos de la Alta Andalucía y conectara con embarcaciones el Altiplano granadino con el Mar Menor en Murcia, además de irrigar la infinidad de campos que atravesara.
El río Castril, según los documentos históricos, se muestra como el mayor aporte de agua que iba a recibir el Real Canal de Murcia, con más de 2,2m3 /s. El Castril suponía casi la tercera parte del total de las aguas que iba a contener el canal, frente a la suma de todos los demás aportes (río Guardal, Fuente de Melchor Ruiz, del campo de Caravaca y el río Guadalentín de Lorca). De igual forma, el proyecto original de Carlos III de 1775 especificaba que las obras que antes tenían que llevarse a cabo eran las del río Castril, por suponer éstas las mayores dificultades técnicas. Todos estos datos nos invitan a pensar en la gran importancia que suponía la conexión de estas aguas para este faraónico proyecto hidráulico.
Sin embargo, las obras que se llevaron a cabo en esta parte del canal han permanecido perdidas para la historia de este proyecto, llegándose a afirmar en algún escrito que de este tramo no se llegaron a realizar ningún tipo de obras. Los restos de tan magna obra se han camuflado en la agreste orografía del valle del Castril y aunque han permanecido en la memoria colectiva de las gentes de Castril no se conocía ni su origen ni su cronología. En el año 2009 dimos a conocer los restos de estas obras en un artículo titulado «Luces y reformismo en el Altiplano granadino: la utopía sobre la conexión de las aguas del Castril con el Canal de Murcia en el S. XVIII». En este preliminar trabajo, hicimos una descripción arqueológica de las obras, situándolas como una nueva pieza de gran puzle que supuso el ambicioso proyecto que se intento realizar.
Una obra de tal envergadura, duración e inversión económica está llena de entresijos, proyectos, personajes y demás. Comenzando por el principio, marcaba en el calendario de la Historia de España el siglo XIV, cuando los musulmanes nazaríes del antiguo Reino de Granada ya comenzaron a estudiar esta posibilidad de aprovechamiento hídrico. Dichos proyectos fueron continuados por los castellanos en los siglos XVI y XVII.
Sin embargo, fue al albor de las Luces de la Razón, que alumbraron a la España del siglo XVIII, cuando se comenzó a estudiar más seriamente este gran proyecto para el Levante y el sureste español. En 1721, Isidro Próspero, que era hijo del ingeniero general de Luis XIV de Francia, el Rey Sol, realizó un plano del terreno y una relación del proyecto ya mencionado donde se incluían los nacimientos del Castril y Guardal.
Al amparo del mecenazgo ilustrado y reformador del rey Carlos III, don Pedro Prádez presentó un nuevo proyecto para la construcción del Canal de Murcia. La Compañía de Pedro Prádez tuvo autorización real por la Real Cédula del 1 de septiembre de 1774. A causa de los problemas financieros el 4 de septiembre de 1776 se le retiró la concesión a don Pedro Prádez y se creó La Compañía Estatal del Real Canal de Carlos III. El Estado intentó, tras la fuga de Prádez, continuar con el proyecto. El tesorero Juan Soret custodió los caudales que pudieron recogerse, siendo trasladados a la Real Casa de Correos, donde permanecieron como depósito público, en un intento desesperado de recobrar la confianza de los compradores de billetes, ya que se había difundido por toda Europa el rumor de que el Canal era irrealizable.
La Cédula de 1775 limitaba la responsabilidad de los capitales de los prestamistas a la hipoteca del Canal. Sobre el río Guardal se emplazó un puente acueducto, todavía conservado, para conducir las aguas del Guardal hasta Campofique, lugar elegido por los técnicos del Real Canal de Murcia para unir esta agua a las del río Castril. Las obras que habían de llevarse a cabo en la zona eran de gran complicación para la época, pues el terreno tenía una cierta endeblez y a veces resultaba imposible construir en línea recta, dada la complicada orografía del terreno. En el nacimiento del Castril se iba a hacer una presa para introducir las aguas de un túnel de diez km que atravesase Sierra Seca. El problema de este tramo inicial era la dureza de la roca y su falta de uniformidad. La mina debía salir al llamado Barranco de la Pegueruela, que se encuentra al norte de la Sierra, de este modo se unían las aguas del Castril a las de la fuente alta del Guardal. El principal escollo a resolver era introducir las aguas a trasvasar en el Reino de Murcia, pues era absolutamente necesario atravesar la Sierra de Topares, debiéndose de cavar un túnel de más de dos leguas (13’4 km) para llegar a la Rambla Mayor, vertiente natural hacia el Campo de Lorca.
Las obras comenzaron a llevarse a cabo pero para ello era necesaria la utilización del organigrama de trabajo que había presentado Pedro Prádez. Existía un sistema de financiación aceptable y una Real Cédula y Reglamentos que analizaban con detalle todos los pormenores de la obra, pero se había trabajado poco sobre el terreno. Mientras tanto, se habían emprendido los trabajos de construcción del canal. Según la real cédula de 4 de junio de 1775 se preveía que los presidiarios penados por la Justicia podrían aplicarse a las obras del canal. Y efectivamente, parece que éstos constituyeron una parte importante de los que trabajaron en ella, según se conoce por la documentación municipal de Huéscar.
El día 8 de octubre de 1781, se ordenó que las obras fueran examinadas por los ingenieros militares Carlos Le Maur, Juan Escofet, Fernando Ulloa, Juan Homar, Manuel Bernardo Mateos y Jerónimo Martínez de Lara. Finalmente, en noviembre de 1785, se dio la disolución de la Compañía y la anulación definitiva del proyecto, una vez que las obras ya estaban en un avanzado estado de elaboración en la comarca de Huéscar y que se habían invertido 19.000.000 de reales. La real cédula de 11 de febrero de 1785 decía: «Por varios reconocimientos del proyecto y obras executadas en el canal llamado de Murcia, practicadas de mi orden en estos últimos años en varias estaciones por diferentes Ingenieros de graduación y Arquitectos de acreditada inteligencia, se han demostrado las dificultades poco menos que invencibles y los gastos inmensos que ocasionaría el continuarlas en la forma que se habían proyectado sin que en ningún caso se lograse dar riego a los campos de Lorca, que fue el fin principal de la empresa», por lo que se decidía disolver la compañía del Canal de Murcia. Ese mismo año de 1785 se decidió que en lugar del proyecto anterior para la construcción de un canal de 43 leguas (287 km) para el trasvase de las aguas del Castril y Guardal y su conducción a Lorca, Cartagena y Murcia, se construirían dos embalses en la cabecera del Guadalentín, para el riego de los campos de Lorca.
Hoy en día, los restos de las obras del Canal de Murcia en el tramo de Castril, son 1.331 m de destierro al aire libre y 337 m de túneles un total de 1.668 m de obra, sin incluir aquellos tramos de túnel que han quedado cegados, y que seguramente aumentarían considerablemente estas dimensiones.
Estos restos, en continuo deterioro, precisan de una intervención que permita la restauración y consolidación de alguno de sus tramos y su consecuente puesta en valor. Una acción de este tipo sentaría las bases para la protección del patrimonio y la potenciación de los recursos turísticos de la comarca, diseñando itinerarios temáticos que permitan recuperar la relación de los ciudadanos con su entorno, dando a conocer los elementos de valor histórico. Esta estrategia estaría encaminada a potenciar el turismo de la zona integrando al tejido empresarial, con la intención de llevar a cabo una explotación innovadora de los recursos siempre en sintonía con la preservación del medio natural. Además, hacer ver el patrimonio como una posibilidad de inversión ya que son elementos que puestos en valor y bajo adecuados modelos de gestión, pueden generar desarrollo turístico, cultural y económico.
La recuperación de dichos restos no supondría una alteración en el ecosistema en el que se encuentra enclavado, el Parque Natural de la Sierra de Castril, espacio paisajístico de gran interés geográfico y natural. Las directrices llevadas a cabo estarían siempre a favor de un turismos sostenible, totalmente compatible con la protección y conservación del medio.
Francisco Martínez Sevilla. Dpto. Prehistoria y Arqueología. Universidad de Granada;
Juan Antonio Díaz Sánchez, Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino;
Carlos Maeso Taviro. Arqueólogo colegiado nº 8295.
Fotos: Francisco Martínez Sevilla