Anoche soñé que soñaba que mis sueños se volvían realidad. Anoche deseé soñar y desperté soñando. Vivía en un pueblo blanco, muy blanco, totalmente encalado, todas las casas parecían hermanas o de la misma familia, pues se parecían unas a otras en puertas y ventanas; sus fachadas eran un escaparate siempre florecido de macetas, flores y buganvillas de todos los colores. Todos sus habitantes se conocían y rivalizaban entre ellos por mantener cada cual su casa y calle más bonita. La normativa venía de tiempos inmemoriales, todo estaba permitido siempre y cuando no rompiera la estética de calles empedradas, casas blancas y limpias.
Su vega, ¡ay su vega! qué maravilla, era fértil y fructífera, pues era tierra en donde se criaba lo mejor de cada temporada, caña de azúcar, remolacha, hortalizas, frutos subtropicales. Se había conseguido el más difícil todavía, tener tres fábricas de azúcar funcionando al mismo tiempo, no había paro, pues cuando acababa la temporada de la caña, venía después la de la remolacha. Al mismo tiempo se había conseguido crear cooperativas que manufacturaban el azúcar, el alcohol y las melazas de las tres fábricas, de tal modo que todo se producía y elaboraba en el pueblo, desde el paquete de azúcar, pasando por el ron de caña hasta llegar al aguardiente.
Esa vega arrasaba en toda la comarca, pues los habitantes del pueblo tenían el calendario zaragozano siempre a punto, para cultivar todo tipo de productos y poder rentabilizar hasta el último marjal de tierra, dependiendo de la estación cultivaban la patata extratemprana, las habichuelas verdes, el maíz, los tomates, pimientos, etc. se había conseguido el pleno empleo, pues entre las fábricas y las cooperativas todo el mundo tenía curro.
Para más belleza, el pueblo había sido afortunado con unas playas limpias y cristalinas, que eran la envidia de otros pueblos del litoral, pues aparte de sus aguas, tenían todo tipo de servicios, desde pasarelas para discapacitados hasta el más mínimo detalle que hiciera agradable la estancia de cualquiera. A lo largo de los años, se había conseguido algo muy importante, compaginar el turismo y progreso con la ecología y la estética del pueblo. Así tenía, su puerto deportivo y su puerto de pescadores. Los hoteles estaban todos ellos alineados con el medio ambiente hasta el punto de ser la envidia de la arquitectura moderna.
La orografía del pueblo había hecho que todo tuviese su armonía, funcionamiento y rentabilidad, pues la parte antigua, empinada y estrecha rivalizaba con la llana y comercial hasta el punto que todos sus habitantes querían vivir indistintamente en un sitio u otro, pues la vida fluía a borbotones en cada rincón. Museo Etnográfico, Museo de la Caña de Azúcar, Talleres de Alfarería, Museo de los Juegos de Antaño, Exposiciones, etc.
Algo muy importante, es el funcionamiento del régimen administrativo del pueblo, siendo casi un oasis en el panorama nacional. Las decisiones se toman en asamblea, así la gente no tiene que votar cada cuatro años, sino que lo hace cada vez que algo les afecta, así no se paraliza nunca el pueblo. La mayoría de los habitantes trabajan en una cooperativa, todos los trabajadores públicos cobran lo mismo, desde el administrativo del ayuntamiento como el que trabaja en el campo.
Y aún más, se ha terminado con el paro ya que no necesitan a los terratenientes para poder comer todos los días y han acabado con la emigración puesto que ya nadie tiene que salir de su propio pueblo. La utopía de un mundo mejor en mi pueblo ha dejado de ser utopía para convertirse en realidad. Y esa realidad es posible gracias a la gente del pueblo, la gente trabajadora y honrada cuya ambición es vivir y ser feliz, no acumular dinero explotando a los otros.
Es fantástico, es un tesoro que hay que mimar y conservar para las futuras generaciones. Decía el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, «las únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio». Anoche soñé que soñaba y si tú sientes lo mismo, que el sueño se haga realidad…
Ver ARTÍCULOS ANTERIORES DE |