Blas López Ávila: «Profesionales del odio»

Cada vez con mayor frecuencia empieza a resultarme insoportable el clima irrespirable en el que se vive en este país. El número de cretinos aumenta exponencialmente a medida que transcurren los días y la basura ideológica e intelectual campa a sus anchas por esta piel de toro sin que nadie parezca estar preocupado por ello: golfos con escaño o sin él, antisistema con subvención que viven de cojones, okupas pijos, violadores solitarios o en grupo, macarras de toda laya y condición, señoritos de prestado, chulos de izquierdas y derechas – tan ricos y prepotentes como analfabetos- aduladores de la nada, progres escaladores, pederastas con alzacuellos o sin él…y todo un abigarrado mosaico de indeseables que logran que un sinfín de conciudadanos vivan en un mundo tan irreal como agresivo. Indiferentes a la cloaca en la que respiran y sin percibir siquiera la hediondez del medio en el que transcurre su existencia. Soy consciente de que este panorama que acabo de describir no tardará en ser contestado por el iluso de turno –mitad imbécil, mitad cobarde- aduciendo que estos tíos y sus fechorías han existido siempre y que ahora hay más capacidad de denuncia y difusión en los medios. Jamás se planteará el lechuguino en cuestión, si no sucederá que nos hemos acostumbrado –o nos han acostumbrado- a la bajeza moral.

El asesinato de Víctor Laínez – por llevar unos tirantes de la bandera española- a manos presuntamente del italochileno Rodrigo Lanza Huidobro- colma, a todas luces, el clima nauseabundo en el que nos encontramos inmersos. Porque a toda la pléyade de vividores y delincuentes, enumerados más arriba, hay que sumar una categoría aún más siniestra: los profesionales del odio. Tan faltos de ideas como de escrúpulos han encontrado en la confrontación, el odio cainita y la violencia –con un lenguaje tan cursi como como vacuo y frentista- un suculento negocio con el que obtener pingües beneficios. Venden sentimientos y emociones, disfrazados de ideología -¿nueva forma de hacer política?-, hasta el punto de que a muchos compatriotas de buena fe, con una respetable y digna trayectoria de izquierdas, les están haciendo plantearse el arraigo y reciedumbre de sus propias ideas so pena de que los tilden de fachas. Y en el foco de esta situación, algo más preocupante aún: el papel de un sector de los medios de comunicación que lejos de cumplir uno de sus principales objetivos como es el de formar, deforman a cambio de sustanciosos contratos con anunciantes y patrocinadores. Basura, pura basura –ideológica e intelectual- que me hacen recordar a Vargas Llosa, “La ciudad y los perros”, al referirse al colegio militar en el que estudió: “el Leoncio Prado no forma, deforma”.

“Se necesita una catadura moral tan indecente como cobarde para oír llamar “energúmeno”, en un plató de la televisión pública, a una reputada tertuliana a lo que es un mero asesino”.

Se necesita una catadura moral tan indecente como cobarde para oír llamar “energúmeno”, en un plató de la televisión pública, a una reputada tertuliana a lo que es un mero asesino. Se necesita una dosis de oportunismo indecente sin límites para salir en defensa de este sujeto, por parte de la biColau y su peña, después de dejar tetrapléjico -y no presuntamente- a un mosso. Se necesita una visión tan abyecta de la realidad como para dedicarle todo un documental – “Ciutat morta”- a semejante individuo en la que no se da voz ni a sus víctimas ni a policía ni a jueces. Y, semejante desatino, premiado y jaleado por no pocos festivales de cine –subvencionados en su gran mayoría, claro está- y por alguna periodista pijoburguesita progre, cuya entrevista de veintiocho minutos está siendo viral en la red y por la que nunca pedirá disculpas ¡Ay, esta pijoprogresía qué montaje tienen y tan bien remunerado!

No, señor Iglesias, no. Aquí no se puede invitar a la gente a salir a cazar fachas ni a ser humano alguno; sea cual sea el color de su piel, su credo, su ideología o su tendencia sexual. La vida está por encima de todas esas circunstancias, que van más allá de una bandera o unos tirantes. El odio solo genera ruina, dolor y destrucción. Y si este es el modelo de país que propone, me obliga a repetir, aunque sea parcialmente, la frase del tan denostado en la actualidad Felipe González: “Prefiero morir de una puñalada en el metro de Nueva York”. Piense que es más importante recuperar la conciencia de clase de los trabajadores que unirse a grupos – nacionalistas o no- prefascistas, cuando no claramente fascistas, cuyo único objetivo es la desestabilización del sistema constitucional y democrático que tanto nos ha costado asentar en nuestro país. Deje la coartada de desalojar del gobierno a Mariano Rajoy –bien me temo que sus intenciones son otras- y haga propuestas que ilusionen a los más desfavorecidos y no vean en su rostro y en el de sus amiguetes sólo una máscara impotente de lo que es un verdadero líder empeñado en conseguir la paz y la justicia social. Víctor Laínez está muerto y no presuntamente.

Publicado en la edición impresa de IDEAL, 22/12/2017

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