Los impactos ambientales de nuestro modelo económico son bien conocidos por todos: el cambio climático y sus manifestaciones extremas, la pérdida de biodiversidad, la contaminación del aire y del mar, los tóxicos hormonales…, y requieren, sin duda, una actuación personal e institucional para detenerlos. Pero poco se habla de la necesidad de una nueva cultura (no relacionada con los méritos académicos, sino con la forma de entender la vida) en la que los mensajes consumistas y materialistas se vean neutralizados.
La educación ambiental promueve valores (es decir, actitudes que aportan valor a las personas que los asumen), cuya puesta en práctica genera estilos de vida responsables y sostenibles. Algo hemos avanzado en este camino: hoy se ahorra agua, se separa y se recicla, nos molestan los ruidos…, pero no es suficiente. La educación debe promover los aspectos profundos del ser, aquellos que son gratuitos y que generan felicidad (y no sus sucedáneos): la naturaleza, el encuentro con los demás, la serenidad, la atención o el sentido.
Vivir con sentido es el mejor antídoto contra la publicidad, la moda y sus dictados. Sin rumbo, todos los caminos son buenos, el sistema lo sabe, por eso ofrece permanentemente el escaparate, con sus luces y colores, para que se mantenga su negocio basado en la explotación de personas y recursos, y para que no se piense ni se cuestione nada que sea diferente. Sin embargo, es con formación, criterio y conciencia como podemos orientar nuestra atención y energía a lo que verdaderamente lo merece, y dejar que los cantos de sirena publicitarios se desvanezcan.
“Y qué mejor regalo que hacer a nuestros jóvenes que ofrecerles ideales, una visión del mundo por la que la merezca la pena comprometerse y trabajar.” |
Y qué mejor regalo que hacer a nuestros jóvenes que ofrecerles ideales, una visión del mundo por la que la merezca la pena comprometerse y trabajar. Tener visiones, horizontes, utopías que generen ilusión y movilicen hacia nuevos escenarios en los que la responsabilidad, el respeto a todas las formas de vida y el compartir lo mejor de uno mismo se constituyan en ejes de la existencia. Despertar, además, la dimensión comunitaria que cada ser humano lleva, y que les conduzca a agruparse con otros aprendiendo a caminar despacio porque se pretende llegar lejos.
Conciencia, cultura y organización aúnan lo personal y lo colectivo, fortaleciendo la sociedad civil, dando contenido a la democracia e introduciendo modelos donde ser humano y naturaleza caminen juntos en un destino compartido de consideración y cuidados.
Vivir de otra manera (desde la conciencia, la ética y los principios) y organizarse para conseguirlo son necesidades que deben brotar de espíritus despiertos, con la mirada en un horizonte que puede ser posible en la medida en que se camine desde ahora hacia él. En el Día del Medio Ambiente todas las estrategias son importantes, y generar cultura ambiental desde el corazón y el intelecto para el desarrollo de las mejores cualidades humanas puede representar una forma crítica y solidaria de entender el mundo. El medio ambiente será así el gran beneficiado de una ciudadanía formada en el ser y orientada hacia valores comunitarios.
Federico Velázquez de Castro González
ASOCIACÓN ESPAÑOLA DE EDUCACIÓN AMBIENTAL
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