«Mi mayor defecto es no considerarme mediocre/, por ser como soy / y en la libertad mi semblante/, propio de lo natural/,busco lo original y distante/ que radica en la genialidad, /por ser ella en la soledad/ mi mejor amante», de esta forma se presenta en su blog el artista autodidacta Manuel Martín Quesada (La Zubia, 1956), un alpujarreño de residencia y albaicinero de pro que presume de haber estado en contacto con el arte desde la infancia, etapa de su vida en la que prefería la sala de arte de Antonio Peinado, en la parroquia del Salvador, a los juegos en la calle. Después llegaría un orfebre alemán que le orientaría hacia nuevas formas de concebir el equilibrio en sus trabajos que han podido ser admirados en Francia, Bélgica, Holanda, Jerusalén, Bélgica, Irlanda, Italia, Austria,…
Pero hoy, el también conocido como ‘El Picasso de la Alpujarra’, no es noticia por sus trabajos de joyería, de restauración de antigüedades, diseño de muebles y obras de escultura o pintura al óleo o acuarela sino que es por su primera incursión en la literatura por lo que le traemos a colación. Acaba de publicar el poemario ‘De Granada el duende’ (Ed. Dauro) con ilustraciones de su autoría que reconoce estar inspirado en los trovos de la Alpujarra. Lo presenta esta tarde en el Carmen de la Victoria donde intervendrán Teresa Mª Ortega, vicerrectora de Responsabilidad Social, Igualdad e Inclusión de la UGR; la directora del Carmen, Antonia Reyes y María José Bonilla, directora de ediciones Dauro (20 h).
De esta manera el pintor y escultor, afincado en Cádiar, concretamente en su anejo de Narila, desde hace varias décadas cambia sus pinceles y herramientas por la escritura para dar al público 66 páginas que destilan su arte que entiende fruto de «su Duende, ente que ilumina el ingenio, fuente de luz que aclara la mirada, esta vez guía el sentimiento del autor hacia un imaginario lugar donde se define en la propia conjunción del fondo y la forma buscando siempre el equilibrio». En total 40 poemas repartidos en cinco partes: Granada Albaycín, Alpujarra, Flamenco Albaycín, la parte más extensa con 18 poemas, San Nicolás, Toreros y Fin de fiestas que llevan como ilustraciones preciosas pinturas o fotografías de pequeñas de sus originales esculturas. Si en la primera parte desfilan sus versos dedicados a la Alhambra, rincones del Albaycín, plaza Larga,… En la segunda se trastoca en el cantor de su admirada tierra alpujarreña para dedicar sus versos a ‘Narila mi fuente’, ‘Cádiar amor perdido’ o ‘El sabor de la fuente del vino’ o se muestra henchido con las bucólicas imágenes de los atardeceres, del otoño o actividades agrícolas a la usanza tradicional. En los siguientes poemas muestra su pasión por el flamenco, especialmente por Enrique y Estrella Morente a quienes dedica sendos poemas al tiempo que evocador del ambiente idílico de la fragua en ‘Cante en la fragua’, ‘Tintineo en la fragua’ y ‘Forjando el cante’. De su interés por la tauromaquia dan cumplida cuenta tres poemas ‘Pasión taurina’, ‘Pase de pecho’ y ‘Entrega torera’.