Para mi amiga Verónica Navarro Martos,
que es pasajera en el tren de los sueños.
Amanecía un espléndido día en la vega de Caniles, despuntaba al alba, un radiante sol iluminaba toda la hoya del antiguo Reino de Granada. La gente se agrupaba en la nueva y flamante estación de ferrocarril de Caniles, a las afueras de la villa, todos esperaban el momento: la llegada del tren. A las 11:30 horas en punto del día, el tren hacía su entrada triunfal sobre las vías y traviesas de la recién inaugurada línea de ferrocarril que unía Andalucía Oriental con Murcia y el Levante español, corría el año de 1894. Llamaban a este tren, el tren de los sueños, y lo era, realmente, lo era.
Nos encontramos en las actas municipales del ayuntamiento de Caniles un resumen de los aspectos y acuerdos más importantes a los que llegaron el consistorio canilero y la compañía concesionaria de dicha gran obra: “The Great Southern of Spain Railway Limited”, sobre la construcción de la línea de ferrocarril Guadix-Baza-Lorca: “En la villa de Caniles a veinte y ocho de Mayo de mil ochocientos ochenta y dos, reunidos (…) bajo la Presidencia del Sr. Alcalde Constitucional don Joaquín Mancebo Cano, con asistencia también de don Carlos Descolé y Vincent representante de la empresa Emilio Descolé y compañía de Barcelona (…) con motivo del proyecto de construcción de un ferrocarril de vía estrecha que partiendo de Cuevas de Vera se dirija a la [ciudad] de Baza, atravesando el término municipal de esta Población”.
La argumentación que el Sr. alcalde de esta villa da para que ésta obtenga el máximo beneficio de dicha construcción es muy clarificadora porque nos realiza una radiografía muy interesante de las grandes deficiencias que la hoya de Baza tenía: “…que careciendo esta localidad de vías de comunicación se encuentra aislada e incomunicada hasta con las poblaciones limítrofes y más con el resto de España en que tanto movimiento se nota, bien porque las poblaciones más afortunadas están provistas de carreteras, ya por estar dotadas de vías férreas; no ocurriendo lo que en esta localidad en que la producción del país se estanca, no tiene salida, ni precio, lo que hace viva el vecindario en la agonía por la carencia de recursos y es de creer que la vía férrea de movimiento a las producciones, vía a la agricultura, siendo útil y beneficiosa, por la que propone se tome en consideración y se delibere lo que sea más conveniente a los intereses del vecindario”. Como podemos ver, las palabras de don Joaquín Mancebo Cano, alcalde de Caniles en 1882, no tienen desperdicio. Es evidente, nos muestran la triste, cruda, y, a la vez, verídica realidad, de la situación económica y de desarrollo en la que se encontraba esta comarca en el último tercio del s. XIX.
Este regidor canilero, consciente de la importancia que tenía el ferrocarril para la hoya en general, y para la villa en particular; dio todas las facilidades posibles a la empresa constructora: “…por prestación personal del vecindario, cada uno de los vecinos dará las peonadas que le corresponda en las obras que se practiquen dentro del término municipal, hasta que se complete un total de cinco mil peonadas, durante el término que se invierta en la ejecución de indicadas obras (…) Que por dicho motivo de utilidad pública el Ayuntamiento queda ampliamente facultado para facilitar a la empresa constructora, gratuitamente los terrenos que ocupe la línea férrea económica dentro de este término municipal abonase el valor de referidos terrenos con los fondos del Ayuntamiento”. De igual forma que don Joaquín Mancebo Cano concedió todas esas facilidades a la empresa constructora, él también supo negociar con la misma y obtener el mayor beneficio posible para su municipio: “Que en los trabajos que se practiquen han de ser admitidos como jornaleros los que lo sean y demanden trabajo de entre los vecinos con preferencia a los que lo sean de otras poblaciones (…) En este nuevo estudio se ha de variar el trazado dentro de este término municipal, haciendo pasar la vía por el medio día de esta Población y paraje denominado Cerrico de las Cruces, tanto como a la empresa constructora le sea posible aproximarlo a dicho sitio; y una comisión del seno del Ayuntamiento de acuerdo con la persona que la empresa designe señalará el puesto donde ha de construirse una estación de tercer orden, todo lo más próximo que sea posible, al casco de esta localidad y siempre armonizando los intereses de ambas partes contratantes”.
No obstante, los apoyos ferroviarios que mostró el ayuntamiento de Caniles no se limitaron sólo a la construcción de la línea Guadix-Baza-Lorca, sino que lo mostró también a la línea Linares-Almería: “…Que para las poblaciones que atraviesa la línea de la vía férrea de Linares a Almería, sería su construcción de grande utilidad y hasta para la provincia en general, porque estas localidades se encuentran solamente con la comunicación de penosos caminos, y habían de entrar en el movimiento y aumento de riqueza que permiten los fáciles y rápidos medios de comunicación…”
Posteriormente, en 1925, la Cámara de Comercio de Granada, presentó ante el Consejo Superior de Ferrocarriles un proyecto que era el de la línea de ferrocarril de Baza a La Encina (Alicante). Con ésta se pretendía dar un servicio de transportes a las comarcas de Huéscar (Granada) y a la mayoría de los pueblos de las comarcas de la Sierra de Segura (Jaén), pero sólo se quedo en un proyecto, nunca se llegó ni siquiera a iniciar.
Para finalizar, la prensa bastetana de finales del s. XIX, no veía muy clara la construcción de dicha línea. Un articulista del periódico local El Independiente, en 1884, publicaba en su artículo titulado, “Más sobre el Ferro-carril”, lo siguiente: “El día que nuestros oídos escuchen el silbido del vapor, la hora dichosa en que los ojos vean atravesar la locomotora esta comarca, nos habremos salvado”. Pues con esa cierta expectación –me siento realmente identificado con este autor−, es con la misma que escribo y publico todos los artículos relacionados con la reapertura de la antigua línea Guadix-Baza-Lorca. En otras ocasiones, he argumentado sobradamente y desde diversos puntos de vista, la conveniencia de devolver a esta tierra lo que nunca se le hubo de robar: el tren. Es por ello, por lo que desde aquí –estas páginas que tan amablemente me brinda este medio de comunicación−, quiero hacer un llamamiento a todas las autoridades locales, provinciales, autonómicas, nacionales y europeas; no permitamos que la reapertura de esta línea se quede en una mera promesa o en un proyecto como el de Baza-La Encina de 1925, sino que se convierta en una sólida realidad y el tren vuelva a discurrir por las comarcas de Guadix-Baza-Almanzora-Lorca. Si ésta fue posible y real en los siglos XIX y XX, también lo ha de ser en el XXI.