Qué gratos recuerdos nos trae a la “generación puente” y a otras anteriores o posteriores, la canción “Libertad sin ira”. Editada en el año 1976 e interpretada por el conjunto musical Jarcha, que tuvo un éxito extraordinario, sobre todo, entre la juventud, que la cantábamos continuamente. Representaba el espíritu de la transición; es decir la reconciliación de todos los españoles, sin ningún tipo de revanchismo. También fue una canción de referencia, no sólo por su letra, su música y sus magníficos intérpretes, sino también por el momento histórico en que ocurrió- un año después de la muerte de Franco- e, igualmente, por el mensaje ético-político que transmitía: libertad, sin ira, que equivale a decir libertad sin odio, sin venganza, sin violencia, y, evidentemente, sin miedo: “guárdate tu miedo y tu ira, porque hay libertad, libertad sin ira, libertad, y si no la hay, sin duda, la habrá.”
Estábamos saliendo de una dictadura y los mayores anhelos de la ciudadanía, eran la libertad y la participación política. Franco había muerto, pero el régimen seguía intacto; las estructuras, las instituciones, gran parte de la población y, sobre todo, el ejército no estaban dispuestos a cambiar nada. Pero, por el contrario, aparecieron muchísimas y variadas organizaciones políticas de oposición, que querían todo lo contrario. Las huelgas, las manifestaciones, las cargas policiales, los encierros -algunos en iglesias- las detenciones, los atentados, etc. eran muy frecuentes. Por eso, el riesgo a volver a la segmentación y al enfrentamiento de la población, a la violencia e, incluso, a un golpe de estado, era real. A ello había que sumar una situación social y laboral muy crítica. Tras la guerra de Yom Kipur (1973), se produjo una fuerte subida de los carburantes, lo que condujo a una crisis económica mundial, que en España se manifestó a través del déficit público, la subida de precios y las elevadas tasas de paro, engrosadas por el regreso de emigrantes españoles, procedentes de otros países europeos.
“Esto permitió modelar la mejor obra del arte político de la historia de España: la Constitución del año 1978” |
Pero, sin embargo, esta delicadísima coyuntura histórica, que podía haber tenido un final fatal, tuvo un final feliz, gracias a la transición española. Esta fue y sigue siendo un ejemplo de transición política, tanto para los demás países del mundo, como para los investigadores y teóricos del tema. Los protagonistas de este relevante hecho fuimos todos los ciudadanos, el pueblo español en su conjunto y en sus partes o regiones; pero los actores principales fueron los dirigentes y los miembros de los partidos políticos de aquellos años. Con el apoyo del Rey y con la valiente e inteligente estrategia de Adolfo Suárez, los partidos representados en las Cortes, lograron el acuerdo y el consenso gracias a una sinergia política, que sólo gente inteligente, generosa y preparada como ellos pudieron conseguir. Esto permitió modelar la mejor obra del arte político de la historia de España: la Constitución del año 1978.
Todos -hombres y mujeres- tenían mucho que perder o que ganar: el mantenimiento de la dictadura o la conquista de la libertad, la democracia y el bienestar de todos los españoles. Porque los que “no tienen nada que perder”, como el señor Torra, son unos perdidos, que se venden al mejor postor. Pero la fuerza de la verdad, las razones fundadas, los argumentos serios, las metas elevadas, el respeto a los demás, etc. lo pueden y lo pudieron todo. El universalismo frente al localismo, la diversidad ideológica, lingüística y cultural frente al reduccionismo, la solidaridad frente al egoísmo, los temas importantes y transcendente frente a los secundarios e intranscendentes, la historia verdadera, frente a la manipulada, las tradiciones y las costumbres consolidadas, frente al modismo y la homogenización cultural, etc. Por todo ello, la transición española, no sólo fue política, sino también científica, económica, social y cultural: la incorporación plena de España a la era de la modernidad.
Recapitulando lo expuesto y ateniéndonos a los hechos comprobados, el prestigio de aquellos políticos está suficientemente justificado: fueron capaces de afrontar y resolver los problemas existentes, se pusieron al servicio de la ciudadanía, cerraron heridas y se perdonaron mutuamente, compensando a los afectados, respetaron escrupulosamente ideas y posicionamientos políticos contrarios, generaron armonía y esperanza en la sociedad y nos integraron a todos los españoles en un proyecto común. Sin embargo, hoy parece que muchos de nuestros políticos, lamentablemente, pretenden todo lo contrario: desenterrando rencores, ofendiendo a sus adversarios sin fundamentos, inculcarnos necesidades que no tenemos, metas inútiles, problemas inexistentes y, en definitiva, enfrentando a la población y creando un estado de agresividad, de irascibilidad y de tensión, que sólo sirve para empeorar las cosas.
Necesitamos desterrar de nuestras vidas la ira, la susceptibilidad, las posturas intransigentes, las formas intolerantes, etc. y, por el contrario, recobrar respeto, comprensión, amistad y fraternidad. Hemos de exigir a todos los políticos que no nos contagien de sus malas formas, que cambien los discos rayados de sus discursos, que den ejemplo respetándose entre ellos, que abandonen las mentiras y que persigan la corrupción en todas sus formas. Aprovechemos los encuentros veraniegos, ya sean en la ciudad, en la playa o en la montaña para disfrutar con los amigos, leer la prensa y enriquecernos con las opiniones de los que no piensan como nosotros, porque como dice la citada canción, somos “gente quiere vivir su vida, sin más mentiras y en paz”.
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Comentarios
Una respuesta a «Antonio Luis García: «Libertad sin ira»»
Como todos los artículos, espléndidos