Antonio Luis Gallardo Medina: «El veranillo de San Miguel»

Cada año, cuando llegan estas fechas de final de septiembre siempre oímos la misma expresión. ¡El tiempo está loco! Cómo es posible que ya entrados en el otoño, tengamos que rescatar las sandalias, el pantalón corto o las camisetas de tirantes. Sin embargo, este año el tiempo ha estado bastante loco y revuelto, hasta el punto que siempre se piensa si la procesión de la Virgen de las Angustias podría suspenderse por la lluvia.

El “Veranillo de San Miguel” es un período, en torno a una semana, que coincide en el tiempo con la llegada del otoño astronómico, y deja algunas jornadas con tiempo más propio del verano que acaba de terminar que de la estación recién estrenada. Es conocido con ese nombre porque la festividad de San Miguel se celebra el 29 de septiembre, más o menos en el momento en que se suele registrar una temperatura cálida, más alta que la de las anteriores semanas, que caracteriza al “Veranillo”.

“Era de gran distracción el coger un membrillo o mejor aún una buena gamboa amarilla como el sol y tirarlo al mar mientras nos bañábamos y poder comerlo dentro del agua con ese sabor salaíllo que tanto nos gustaba”

También es conocido como el “Veranillo del Membrillo”, al ser una fruta cuya recolección se suele llevar a cabo durante estos días. En Salobreña la recolección se realizaba mucho antes o quizás nosotros teníamos muchas ganas de que así fuera, ya que durante todo el mes de septiembre, la playa se quedaba desierta y solamente acudíamos los nacidos en el pueblo. Era de gran distracción el coger un membrillo o mejor aún una buena gamboa amarilla como el sol y tirarlo al mar mientras nos bañábamos y poder comerlo dentro del agua con ese sabor salaíllo que tanto nos gustaba.

Casi todos los críos sabíamos el lugar idóneo para robar los membrillos en la vega, yo tenía un árbol pequeño pero matón, ya que siempre estaba cargado hasta partir las ramas. Este membrillo estaba justo antes de llegar a la Fuente de Andrés Díaz y me conocía perfectamente la vereda y cuál era el membrillo que tenía que coger por su maduración. Recuerdos de infancia y adolescencia, olores a membrillos en la olla hirviendo para después hacer rica carne de membrillo, con ese sabor inconfundible y que siempre permanece en tu paladar y sobre todo en tu alma.

Recuerdos de seres queridos que ya no están con nosotros, todos tan lejos de aquí. “Tembloroso recuerdo esta huida del tiempo que se fue”, como decía Paul Verlaine.

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