Francisco Javier Sánchez Manzano: «Cine y traducción»

El autor, Francisco Javier Sánchez Manzano, reflexiona sobre la importancia de la traducción en el campo audiovisual. A lo largo del artículo, se analizan ocho películas con el propósito de demostrar cómo un simple detalle puede cambiar el sentido de todo un mensaje, o cómo una palabra en lugar de otra puede provocar una desconexión entre lo que se ve y lo que se dice. ¿El resultado? Un artículo repleto de curiosidades que invita a la reflexión.

NOCHE REAL

En Noche de miedo (Fright Night, Tom Holland, 1985), Charley Brewster (William Ragsdale), un adolescente obsesionado con el comportamiento de su vecino, acude a una decadente estrella televisiva, Peter Vincent (Roddy McDowall), quien presenta un programa sobre vampiros que comienza con la frase:«Bienvenidos a la Noche de miedo». Vincent, un tipo desganado y escéptico que ni siquiera cree en los vampiros, termina por ceder ante la insistencia de Brewster y accede a visitar la residencia sospechosa únicamente para poder librarse del muchacho. Pero cuando está a punto de marcharse, un trozo de espejo sin reflejo humano le demuestra que los temores de Brewster estaban más que fundados. El encuentro final entre el elegante e irónico vampiro, Jerry Dandridge (Chris Sarandon) y el supuesto cazador es de esos momentos que se quedan grabados en almacén de memoria de mejores frases del cine. Peter Vincent y Charley entran en la casa del vampiro, quien, tras descubrirlos, los recibe con una sonrisa y la frase: «Bienvenidos a la Noche de miedo. La auténtica».

En 2011, Hollywood, que no ha aprendido que copiar viejos éxitos no es una inversión rentable, probó de nuevo la fórmula y encargó a Craig Gillespie un remake protagonizado por Colin Farrell, que interpretaba sin demasiada convicción al vampiro. El resultado fue una película aburrida, de desarrollo plano y torpe, que trataba de ser fiel al original, pero que en realidad no poseía ni un atisbo de su magia. Y la traducción tampoco ayudaba. Porque la mítica frase mencionada anteriormente volvía a aparecer en este remake y aquí el vampiro decía: «Bienvenidos a la Noche de miedo. La real». ¿La real?
Lo cierto es que tanto en la versión original de 1985 como en la de 2011, las frases son idénticas: «Welcome to Fright Night. For real!» y no es que la traducción fuese errónea o no encajase en este remake desapasionado, pero sí que denota un imperdonable desconocimiento por parte del traductor de la versión doblada de 1985. La auténtica.

EL TIPO E

No es el único ejemplo de la importancia de una buena traducción en el cine. Que nadie piense que la he tomado con el bueno de Farrell, pero en El sueño de Casandra (Cassandra’s Dream, 2007), estimable y minusvalorada película de Woody Allen, el personaje de Ewan McGregor y el del propio Farrell se pasan parte de la película presumiendo de coche, que en la versión doblada se convierte en un Jaguar Tipo E. Sin embargo, lo natural habría sido llamarlo del modo en que es más conocido en España. O sea, casi como se pronuncia en inglés: un Jaguar E Type (pronunciado e taip).

 

GIRO INESPERADO

En otros casos, los errores resultan aún más curiosos. Sirva como ejemplo otra obra reivindicable e injustamente olvidada, State of Grace (Phil Joanou, 1990) cuya traducción española, El clan de los irlandeses, ya daría para un par de párrafos. Sin embargo, lo que nos interesa es un diálogo entre dos de sus personajes protagonistas, interpretados por Robin Wright y Gary Oldman:

-Wright: Cada vez que aparecéis vosotros por aquí hay otro muerto.
-Oldman: ¿Qué alguien muere? ¡Eso es mentira! ¿Lo ves? (gira sobre sí mismo).
Esta imagen genera cierto desconcierto en el espectador de la versión doblada, que no entiende por qué el personaje de Oldman se pone a dar vueltas en medio de la calle. No obstante, si analizamos el diálogo original nos daremos cuenta de que nos estamos perdiendo algo:

-Wright: Every time you turn around somebody’s dead.
-Oldman: Somebody’s dead? Bullshit! See?
Lo que sucede es que «turn around» se traduce como «aparecer» en vez de «darse la vuelta» y de este modo se pierde la conexión entre imágenes y palabras, ya que Oldman gira sobre sí mismo para demostrar que nadie ha muerto.
Es justo señalar que en ocasiones los guiones que se traducen no vienen acompañados de una copia de la película, lo cual dificulta el trabajo y da pie a equívocos. De hecho, hay palabras con distintos significados, como bag (bolsa, mochila, saco) o glass (cristal, espejo, gafas) que, sin la ayuda de las imágenes, pueden poner en serios aprietos al traductor.

SUENA RARO

En la magnífica Isla de perros (Wes Anderson, 2017), hay una secuencia que merece la pena analizar: mientras el pequeño Atari está a punto de despegar en su avión, uno de los perros protagonistas pregunta a otro de dónde ha sacado su chapa identificativa. Lo primero que desentona en esta escena es la respuesta del chucho: «Se lo cogí a un esqueleto muerto [sic]». Este error también figura en el guión original: «I stole it off the dead skeleton».

   Sin embargo, la escena continúa y sucede que el perro, al leer el nombre que hay escrito en dicha chapa, sale corriendo detrás del avión y consigue que el chico no eleve el vuelo al gritar: «¡Murió el perro que no es!». Se trata de una frase sin sentido (¿cómo puede un perro no ser?), consecuencia de una traducción en exceso pegada al original (The wrong dog died!). Quizá habría sido más adecuado optar por otras opciones como: «No era tu perro el que murió», o «Fue otro perro el que murió».

EL RODAJE DE INDIANA

Tampoco se libra de este análisis uno de los héroes cinematográficos por antonomasia, Indiana Jones. En la maravillosa En busca del arca perdida (Steven Spielberg, 1981), los dos personajes principales de la cinta, Indy (Harrison Ford) y Marion (Karen Allen) mantienen una conversación que incluye una de las frases más célebres de la película:
-Allen: No eres el hombre que conocí hace diez años.
-Indy: No son los años, querida; es el rodaje.
Sin embargo, la respuesta de Indiana no refleja exactamente lo que se dice en el diálogo original:
-Allen: You’re not the man I knew ten years ago.
-Indy: It’s not the years, honey; it’s the mileage.

La idea que intenta transmitir Indy es que, igual que sucede con un coche, la cantidad de kilómetros es más importante que la antigüedad. De este modo, parece claro que la traducción de mileage como «rodaje» es imprecisa y que la elección más adecuada habría sido: «No son los años, querida; son los kilómetros».

ONCE CENTÍMETROS

Nada menos que once centímetros de estatura son los que el doblaje le quita a Supermán (Richard Donner, 1978). Ocurre cuando Lois Lane (Margot Kidder) entrevista al héroe (Christopher Reeve) en la terraza de su apartamento:
-Lois Lane. ¿Cuánto mide usted?
-Supermán: Un metro ochenta y dos.
Sin embargo, el diálogo en inglés no dice exactamente eso:
-Lois Lane: And how big are you? How tall are you?
-Superman: Uh, ‘bout six-four.

Cabe suponer que la persona encargada del doblaje no se molestó en buscar una tabla de equivalencias. Si lo hubiese hecho, se habría dado cuenta de que la medida 6′ 4″ equivale a 1,93. Por supuesto, a la hora de traducir casos como éste, existe un margen de error aceptable, que en este caso se sobrepasa en exceso.

Añadamos una anécdota: hace algunos años, la inclusión de varias escenas en el montaje definitivo de Richard Donner obligó a volver a doblar toda la película (con un resultado inferior a la primera versión). No obstante, esta oportunidad no fue aprovechada para subsanar los errores que arrastraba la versión doblada en 1978. Una ocasión perdida para recuperar esos doce centímetros.

LA PARTE CONTRATANTE

También hay lugar en este análisis para comentar soluciones ingeniosas. En Una noche en la ópera (Sam Wood, 1935), se produce un memorable diálogo entre dos de los hermanos Marx: Chico (Fiorello) y Groucho (Driftwood), quienes revisan un contrato con el que ninguno parece estar de acuerdo. Es una escena larga y repleta de detalles destacables (y de partes contratantes), pero nos centraremos en un momento concreto de la hilarante conversación:
-Chico: I don’t like the second party either.
-Groucho: You should have come to the first party. We didn’t get home till around 4:00 a.m.
La traducción literal diría:
-Chico: Tampoco me gusta la segunda parte.
-Groucho: Pues debería haber venido a la primera fiesta. No llegamos a casa hasta las cuatro de la mañana. Estuve ciego tres días.
Por supuesto, la gracia del chiste es el juego que da la palabra «party», que significa parte, pero también «fiesta». Así que el traductor recurre a una adaptación, una versión libre que intenta mantener la gracia de la conversación original:
-Chico: Tampoco me gusta la segunda parte. Nunca segundas partes fueron buenas.
-Groucho: El otro día vi un partido de fútbol y la segunda parte fue mejor que la primera. Le pegaron al árbitro y todo.
En efecto, en este caso el traductor se permite alguna licencia, pero el resultado es un chiste que encaja muy bien con el tipo de humor marxiano.

BUSCANDO TRABAJO

En Blade Runner (Ridley Scott, 1982), película de culto y ejemplo recurrente para cualquier amante del arte en todas sus manifestaciones, se producen −tal vez por lo complejo de su mensaje− bastantes errores de traducción. Sin entrar en el uso de términos ahora normalizados, como computadora o DNA, vamos a revisar un par de fallos de importancia:

Al principio de la película, la voz en off del protagonista, Rick Deckard (Harrison Ford), se queja: «No nos avisan contra los asesinos en el periódico». Sin embargo, lo que dice en la versión en inglés es: «They don’t advertise for killers in the newspaper», cuya traducción debería haber sido: «En los periódicos no aparecen ofertas de empleo para asesinos». Por la forma en que se expresa Deckard, queda claro que no desea seguir ejerciendo de asesino y que querría encontrar otro empleo, de ahí su queja.

Más tarde, en uno de los diálogos entre un replicante, Roy (Rutger Hauer), y Sebastian (William Sanderson), un trabajador de Tyrell Corporation, se dice, en la versión doblada:
-Roy: Yo creo, Sebastian, que eso es lo que soy.
Lo que se está diciendo en inglés es: «I think, Sebastian, therefore I am». El mensaje que se quiere dar es un guiño a la célebre frase: «Pienso, luego existo». Por lo tanto, la traducción correcta sería: «Pienso, Sebastian, luego existo».

Los casos analizados abarcan desde simples matices a errores de bulto, pero de una u otra forma el resultado es que desaparece información muy valiosa para el espectador; ideas que se concibieron en la mente de un guionista y que nunca serán comprendidas, o al menos no en su sentido exacto. Ser traductor implica una gran responsabilidad; es necesario ser preciso y, me atrevería a decir, apasionado. La pasión nos hace mejorar, nos lleva a buscar y contrastar, y evita que el espectador se vea privado de detalles y que éstos se pierdan como lágrimas en la lluvia.

 

Francisco Javier Sánchez Manzano

Nació en Granada. Es licenciado en Traducción e Interpretación. Ha escrito las novelas: El testamento del aire (2007, finalista del I Premio Qué Leer Volkswagen), El dios de la ira (Ediciones Dauro, 2013). Su último libro, El hombre de la gasolinera (Esdrújula Ediciones, 2017) ha tenido muy buena acogida y ha cosechado excelentes críticas.

También ha escrito, entre otros, los relatos: El héroe solitario (Ganador del Concurso Granadaredes, en 2007); El navegador (finalista del Certamen de Relatos de Verano de Ideal, 2007), La cuchara (ganador del Certamen de Relatos de Invierno de Ideal, 2008), El fin del mundo (finalista del Concurso “Cuentos para sonreír”, editorial Hipálage, 2010); Segunda oportunidad (ganador del II Premio de Narrativa Alfonso X El Sabio, 2014); El ladrón (finalista del Concurso de Relatos de Verano de Ideal, 2014) y Miércoles (finalista del Concurso de Relatos de Verano de Ideal, 2015).

Es un apasionado del cine y ha participado como ponente en diversas conferencias sobre cine y traducción. También participó en la I Edición del Granada Noir (2015).

 

 

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