Cuenta Francisco Gil Craviotto en su libro ‘Semblanza de Julio Alfredo Egea’ (Letra Impar, 2017) que el almeriense-granadino, fallecido el pasado 23 de septiembre, ingresó en la Academia de Buenas Letras de Granada en 2007. Su discurso titulado ‘Lujos y miserias, Anecdotario de historias y prehistorias en la poesía granadina a mediados del siglo XX’ fue contestado por el escritor José Moreno Arenas quien manifestó que, «aunque almeriense, de Chirivel, Julio Alfredo Egea tiene reservado un puesto en la historia de la poesía granadina poslorquiana». Por eso nos parece muy acertado que esta institución, con su presidente al frente, José Luis Martínez-Dueñas, haya decidido brindarle un merecido homenaje al poeta «de la bondad y de la naturaleza» que tendrá lugar esta tarde en la Sala del Mural del Palacio de La Madraza y en el que intervendrán sus grandes amigos y académicos Rafael Guillén y Gil Craviotto, además de sus hijos. A última hora también se ha contemplado la intervención del escritor y poeta albojense, Juan José Ceba, que se considera discípulo del homenajeado (20:00 horas).
Gil Craviotto, autor de dicha publicación escrita con motivo del 90 cumpleaños, comenta que en el acto también se proyectará un vídeo de unos tres minutos en el que Julio Alfredo Egea recita su poema ‘Melancolía’ extraído de su libro ‘Desde Alborán navego’ (2003). Después él dará lectura de unos fragmentos del libro biográfico que se presentó en el Centro Artístico a principio de junio de 2017, con la presencia de Julio Alfredo y a continuación lo hará Rafael Guillén para contar algunas anécdotas de su amistad con éste. Por su parte, el hijo ha preparado un texto breve titulado ‘Medio siglo’, escrito en los días posteriores a su muerte, en el que rememora vivencias y recuerdos de su padre a partir del poema ‘La velada’. «Se sitúa a finales de los 60, cuando mi padre escribe el libro ‘Repítenos la aurora sin cansarte ‘ donde incluyó este poema sobre una reunión familiar en una noche en una mesa camilla», explica. En dicho poema el progenitor va dando pinceladas sobre la presencia de cada uno de sus hijos y de Patricia, su esposa.
«Yo he cambiado la perspectiva y describo la estancia desde el punto de vista de un niño de 6 años, de cómo percibía esas noches antes de la llegada de la televisión. Hablo de cómo veía a mi padre, la música que oíamos, de mi relación con él especialmente en el campo que es donde quizás se produjo la relación más intensa y directa que he tenido con él. Asimismo, hablo de cómo le escuchaba que se levantaba a las cinco de la mañana para escribir o cuando por la tarde en su despacho lo hacía con la máquina de escribir», cuenta el hijo quien también relata los estrechos lazos de amistad que ha mantenido su padre con Rafael Guillén, a los que compara con «Joselito y Belmonte que eran rivales en la plaza pero viajaban juntos en el tren y tenían unos lazos de hermandad muy fuertes. Rafael y mi padre, convivieron en certámenes literarios por toda España, pues unas veces, uno se llevaba el primer premio y el otro el segundo, y viceversa. Eran como hermanos y mi padre tuvo en su amistad un refugio, una mirada cómplice, un surtidor de vida, de ideas, de viajes, de contacto con el mundo que siempre le agradeceremos».