No es la primera vez que nuestra serie de ‘Vehículos singulares’ nos lleva hasta el municipio almeriense de Árboleas. La razón es bien sencilla ya que en esta localidad situada en el Valle del Almanzora, a 105 kilómetros de la capital y a 9,5 de Albox, reside un gran enamorado de los coches clásicos, José María Ávila Vega, propietario de un soberbio Mercedes Adenauer 300 de 1959, del que ya nos ocupamos y razón por lo que he este caso ha cedido protagonismo a su buen amigo y vecino, José Luis Salmerón Fernández. Con ellos nos encontramos en el polígono industrial de esta población para desde allí, dirigirnos en el precioso Cadillac Deville de 1969 hasta el centro de la población, más concretamente hasta la puerta de su iglesia parroquial de Santiago Apóstol, construida a mediados del siglo XIX por los arquitectos López Rull y Ortiz de Villejos al estilo neoclásico. En este emplazamiento, teniendo como telón de fondo los arcos de la portada supimos que en el interior cuenta con una nave central y otra lateral donde se colocan columnas de hierro imitando a mármol y que le dan un rasgo de modernidad. Así mismo, que su cúpula de media naranja, colocada encima del crucero, tiene como finalidad aportar luz al interior y que en sus altares destacan detalles dorados típicos del barroco.
José Luis, arboleano nacido en 1959, nos cuenta que durante su etapa laboral ha trabajado como jefe de planta en la multinacional Cosentino, y que ahora ya está jubilado. También que es amigo de la infancia de José María con el que ha compartido juegos. También valora positivamente la afición de este por coleccionar vehículos singulares pues, al igual que otros aficionados, «protegen este tipo de coches y hacen disfrutar al resto de los mortales de vehículos tan espectaculares, algunos raros de ver y que, además, pueden tener una utilidad en eventos importantes como bodas». Del vehículo nos relatan que fue fabricado en Tejas desde donde vino hasta París, siendo adquirido por un ciudadano de origen magrebí que después lo vendería a un burgalés de Aranda de Duero, y, por último, pasaría a manos de José María Ávila. En esos momentos su color era verde manzana y tenía matrícula parisina. «Luego lo vendí a un señor de Barcelona que lo pasaría a manos de un señor de Alicante, después vendría a Granada para volver a comprarlo de nuevo», explica José María del curioso periplo seguido por el vehículo. A continuación aclara que «para entonces ya estaba declarado como vehículo histórico y en ese momento decidí pintarlo con el actual color rojo pues muchas parejas pedían un Cadillac rojo. La verdad es que le queda muy bien el color».
Así mismo, señala que en su época el Cadillac Deville tuvo una gran aceptación en Estados Unidos. «Es un cabrio, gran berlina, motor V8, y va muy suave, con una dirección muy avanzada para su tiempo. Del consumo ni se pregunta porque los coches americanos estaban fabricados para allí donde la gasolina es barata. La verdad es que es un placer llevarlo pues tiene una dirección que muchos coches de ahora no la tienen. Es un devorador de kilómetros y estoy muy contento con él pues aunque es un coche que te incita a cogerlo, pues te relaja y a pesar de ser tan grandón callejeas y aparcas bien», añade. Desde que está en sus manos le habrá hecho en torno a 4500 kilómetros. Respecto a sus dimensiones nos informa que mide 6 metros de largo aproximadamente, 1,90 metros de ancho y pesa 2200 kilogramos, por lo que insiste que «es un mastodonte, pero luego es una dulzura llevarlo. Cuenta con un motor de 287 CV. Era el coche por excelencia de la jet set americana».
Sobrado de motor
Asimismo cuenta que «en Almería, creo, que hay otro del modelo anterior en Huércal Overa y otro en Carboneras». Recuerda igualmente que en 2003-2004 viajaba asiduamente a Estados Unidos y era habitual verlos circulando. Relata que «ahora se ven menos, pues los mercados chinos e indio y otras economías emergentes han comprado mucho este modelo de coche y por eso se encuentran menos». Si están en buen estado, según sus propias estimaciones, su precio ronda los 25.000-30.000 euros. En su caso los gastos añadidos fueron el cambio del color de la chapa y unas cubiertas normales pues mecánicamente no tuvo que hacerle nada más aparte de cambiarle el aceite, «son motores tan sobrados que no hubo que hacerle nada». Lo que si es inevitable que allá por donde pasa levante revuelo pues es su línea y atractivo color hace que la gente que está en las terrazas se levante para contemplarlo y hacer fotos.
Próxima entrega: Pedro Peralta y sus Seat 600 E del 72, VW Escarabajo 1303 del 73 y Mercedes 280S del 88
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