‘La canción del sendero’ es el título del último poemario de Enrique Morón (Cádiar, 1942) y, posiblemente, el penúltimo libro que publique el sello granadino Port Royal pues su editor, Ángel Moyano, se jubilará en breve. Su autor lo presenta el jueves, 15 de noviembre, a las 20 horas, en el Centro Artístico, donde le acompañará su amigo, el escritor, Fernando de Villena. La publicación se compone de 70 poemas, distribuidos en cuatro partes: El sendero (22),Confidencias (16), Ecos de la Ciudad (18) y Metapoesía (14).
«Es un libro que en realidad hice en un mes escaso pues ya tenía la idea de lo que quería hacer, luego lo dejé reposar antes de pasar a corregir», explica este veterano poeta que vuelve a sus temáticas habituales, «temas eternos de los poetas», como el amor, la muerte o el paso del tiempo. Así por ejemplo, en el primer poema, titulado ‘El sendero’ termina «todo es pasar, pasar: las hojas verdes,/ las hojas secas y el dolor y el tiempo» o en otro titulado ‘Solo el tiempo’ donde afirma ‘Pasan los días y los años pasan,/ y pasarán las eras.»
En otros se descubre un poeta escéptico con la religión, como es el caso del poema ‘Interrogante’ donde tras formular las transcendentales preguntas de qué hacemos aquí, cuestiona sobre «¿por qué creamos, pues las religiones?». «De joven yo era ateo, ahora me considero más bien agnóstico. Creo que el hombre se inventa las religiones para dar respuestas a la soledad y la muerte», nos confiesa el autor que piensa también que «los recuerdos pueden enclaustrar al poeta». Tras esta primera parte y a partir de ‘Confidencias’ nos encontramos a un poeta mucho más satírico y al mismo tiempo crítico con los defectos y vicios de nuestra sociedad. También un enamorado de la palabra no dudando en inventar nuevos vocablos como amañanece (poema ‘El frío’), memelez (poema ‘Oh inhóspito de mi’), infantilarme (poema ‘Acógeme en tus brazos’), esplenden (¡Qué solos), Casquiescente (título del poema de la página 43), dominguear (‘El don de la elegancia’) rechifles e incróspito (‘Cierre’), amuñecados y hormigueados (‘Debe de ser’), ahormar y chamarices (‘Oir crecer la hierba’),… «Soy muy dado a utilizar neologismos, a utilizar palabras creadas por mi, algunas nuevas, otras surgidas de la unión de dos palabras. Por ejemplo, incróspito no existe, la oí a una persona en mi pueblo que se le decía a otro persona para indicar que era muy agresiva y me atreví a ponerla en el poema», comenta al respecto. También le encanta hacer originales asociaciones como ‘Caridad membrilla’ (poema ‘En esta tarde’), ‘vida murciélaga de gritos’ (‘Tenemos que vivir’), o ingeniosos juego de palabras como ‘corte de gambas’, precisamente en el poema titulado ‘Un corte de mangas’.
Sus preocupaciones sociales se ponen de manifiesto en el poema ‘Pensil’, donde afirma ‘En el Mediterráneo, ¡Mare Nostrum!/ no caben ya tantos cadáveres,/ ni tantos sueños rotos/ por el perfil de acero de una ola», o el dedicado a las personas que buscan entre las basuras algún tipo de metal (El Chatarrero) o a su amigo el inmigrante, de unos 70 años, que se gana el sustento yendo de bar en el bar ofreciendo pulseras y amuletos (Diálogo con Mohamed). Incluso encuentra el momento para criticar a la gente que intenta parecer más joven y recurre a los tintes, bótox o cirugía estética como sucede en ‘El paso a paso del tiempo’, que termina ‘Todo por parecer, por no asumir/ oh absurda rebeldía,/ el paso a paso , inapelable/ del tiempo». Igualmente se muestra inflexible con los políticos iletrados. Todo ello con bellos poemas escritos en verso blanco en los que realiza magistrales combinaciones estróficas, concluyendo cada una de las partes del poemario con octavas reales (‘Epilogo’), soneto (‘Cierre’), tercetos encadenados (‘Colofón’) o lira (‘Coda’).
En la última parte, Metapoesía, reflexiona sobre la necesidad o no de los poetas llegándose a preguntar si no hay muchos para tan pocos lectores. También cómo es posible que a su edad siga escribiendo versos para concluir en el siguiente poema que ‘Poesía es el todo y la nada,/ la verdad y la mentira». A pesar de todo también momentos para el optimismo. ‘La poesía es algo más sencillo:/ la sonrisa de un niño,/ el olor de una flor, la brisa/ el alba/ y los atardeceres meláncolicos», escribe en ‘La verdadera esencia’, al tiempo que es consciente de que «’cuando pasen los años’… o tal vez unos segundos, su poesía puede caer en el olvido. Este poeta que se considera heredero de «los Lopes, Garcilasos/ de Góngoras, Fray Luises, de Lorcas y Machados» destaca para terminar la bellísima portada que le ha elegido su editor, apreciación en la que coincide su amigo, el otro gran poeta, Rafael Guillé, que tras recibir el libro y felicitarle por su contenido, le pide transmita que «la edición de Ángel Moyano es un dechado de buen gusto».
OÍR AUDIO DE LA ENTREVISTA: