Vivimos inmersos en un continuo disparate, siendo el “político acomodado” protagonista de numerosos cambios legislativos que se producen como consecuencia de la improvisación y de las “supuestas circunstancias de tipo ideológico” (derivadas del posicionamiento a la derecha, izquierda o en el “falso pero siempre rentable centro” en lo que a rédito electoral se refiere).
¿Realmente le preocupa la educación a quienes ostentan el mando? ¿Cuántas leyes educativas se han dado en nuestro país?
Desde la Ley Moyano (aquella que garantizaba la educación obligatoria hasta los 12 años) a la LOMCE, nos hemos familiarizado con conceptos tales como evaluación continua, educación en valores, actitudes, procedimientos, estándares de aprendizaje, contenidos, objetivos, metodología, competencias, étc.
Siempre se repite la misma historia (pudiera parecer esta rutina, con nostalgia hacia cualquier tiempo pasado, un tema de Camilo Sesto), con cambios de gobierno (de izquierda a derecha y viceversa, siempre con nueva ley educativa que desbarate lo realizado por los anteriores). Con la llamada Ley Wert (aquella que tomó el nombre de un señor poco dado al diálogo), el docente observó atónito la introducción de nuevos cambios (una vez más sin contar con la opinión de los miles de maestros que trabajan en nuestro país).
¿Qué nos trajo dicha ley?
Nada nuevo. Desconcierto de la comunidad educativa, si bien esto entra dentro de la normalidad (incluso debiera contar como un plus o añadido en la nómina). Señores y señoras, el Ministerio de Educación fijaba el total de contenidos, los objetivos y los criterios de evaluación de las materias troncales, decisiones que hasta el momento pertenecían a las Comunidades Autónomas. Ilusos/as éramos los docentes, cuando algunos/as llegamos a pensar en una ley que contara con el respaldo de partidos políticos, sindicatos y miembros de la comunidad educativa.
¿Verá nuestro país alguna vez un pacto nacional por la educación?
Sinceramente, mi apuesta es clara, siempre dejándome llevar por lo acaecido en España: “NO”.
“Sirvan estas líneas para hacer recapacitar a la clase dirigente, llamando a la mesa a quienes trabajamos a diario en pro de la mejora de las generaciones futuras” |
En definitiva, queridos/as maestros/as, invitemos a todos/as los ciudadanos/as a recorrer este “batiburrillo o caos legislativo” para que se percaten de nuestra fortaleza mental (en cualquier profesión, tanto cambio terminaría por convertir en “dementes” a los afectados/as). Sirvan estas líneas para hacer recapacitar a la clase dirigente, llamando a la mesa a quienes trabajamos a diario en pro de la mejora de las generaciones futuras (no se limiten a convocar a los “supuestos expertos” o “conferenciantes de renombre” que en la mayoría de los casos la última vez que pisaron un aula, nos hallábamos en los inicios de nuestra democracia).
Siguiendo con la Ley Wert, se concedía mayor autonomía a los equipos directivos, existiendo penalizaciones por rendimiento a los centros que no cumplan con los mínimos exigidos, así como la asignatura de Religión ganaba peso. De la misma forma, la ratio aumentaba un 10% y las lenguas cooficiales, la educación artística y las segundas lenguas extranjeras pasarían a ser asignaturas de carácter opcional.
Una vez más, el cambio de gobierno nos lleva a introducir nuevas modificaciones. Así, la responsable de Educación, la señora Celaá, anuncia una batería de medidas en pro de reformar la Ley Wert, tales como cambios legislativos en relación a la democracia de los centros, así como en lo concerniente a los itinerarios de la ley o el carácter de la Religión (de nuevo dejaría de ser evaluable).
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Rafael Bailón Ruiz |
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