Pepo Paz (Madrid, 1962) editor de Bartleby que ha publicado en Madrid a poetas granadinos como el malogrado Pablo del Águila, Javier Egea, José Carlos Rosales, Miguel Ángel Contreras, Rubén Martín, premio Poesía Joven de Andalucía o a Ángeles Mora, con el libro que ganó el Premio Nacional de Literatura y el Premio Nacional de la Crítica, presenta esta tarde en la Librería Picasso de la calle Obispo Hurtado, de Granada, su libro de relatos, ‘Las demás muertes’ (Demipage), una colección de 16 relatos por los que pululan personajes marginales, desahuciados, desarrapados y parias (19 h).
– La primera pregunta es la interrogante de la portada ¿Qué hace un editor de poesía publicando narrativa en una editorial independiente?
– El escritor estaba mucho antes que el editor. He escrito desde que tenía diez años y me recuerdo haciéndolo siempre: durante la adolescencia, la primera juventud y, sobre todo, en la década de los noventa. Luego empecé a ganarme la vida con colaboraciones en prensa –en paralelo al trabajo en Bartleby Editores- y así hasta hoy.
– ¿Por qué ha esperado 54 años para estrenarse como autor de relatos? ¿Cuándo los ha escrito?
– Los relatos están escritos y reescritos desde mediados de la década de los noventa y hasta enero-febrero de 2018. La razón de publicarlos ahora fue doble: un detonante (el ofrecimiento de una editorial zaragozana para publicarlos) y una necesidad personal (me sentía como en un bucle: no los publicaba y, por tanto, los corregía una y otra vez, cuando volvía a ellos). Así que fue como pasar página de una vez y poder traspasar un umbral para transitar por nuevos proyectos narrativos.
– Desde su salida ha tenido la oportunidad de presentarla en diversas provincias, de todo lo que le han dicho sobre su libro compañeros de mesa o lectores ¿con que se queda?
– Con la sorpresa de los lectores: la crítica en líneas generales está siendo muy positiva. Reconocen una prosa muy trabajada, la equiparan con la de escritores que habitan la galería de los clásicos de la literatura castellana del siglo XX (Aldecoa, Delibes, etc) y, bueno, a mí eso me produce mucho pudor. Lo único que reconozco es una voluntad de relatar historias de la mejor manera de la que soy capaz con mi escritura.
– ¿Están todos los relatos que son o se ha quedado alguno fuera?
– Hay otro libro de textos más cortos al que provisionalmente le he llamado “Esquina para un hombre solo” y que reúne un conjunto de relatos inspirados en los que escribió y publicó el primer Muñoz Molina en Granada, precisamente, y que leí en aquel memorable “El Robinson urbano” (publicado por Pamiela). Los míos también se publicaron en un periódico de ámbito local, en Madrid, durante dos años y medio. Como ya escribí en otro lado, yo aprendí a amar Granada y los laberintos y sombras del Albaicín muchos años antes de visitarla por vez primera gracias a aquellas lecturas.
– ¿Por qué el título ‘Las demás muertes’ si es una compilación de relatos de vida?
– El título se inspira en unos versos del poeta y periodista gallego Alfonso Armada: “¿Cuántos años van de la muerte de la inocencia/ a la muerte a secas?”. Inicialmente el título fue “Las otras muertes” pero mi editor en Demipage, David Villanueva, me sugirió el cambio al actual. Y no me pareció mal, así que ahí está.
– ¿Son los relatos un buen recurso para la denuncia social?
– Hay en mi mirada una evidente preocupación por los más desfavorecidos. Es, también, una mirada que está en mí, así que lo entiendo como una prolongación natural. Entiendo que si hubiera nacido en otro lado y vivido una existencia más plácida podría escribir de los vicios y virtudes de la alta sociedad de manera natural pero yo soy hijo y nieto de padre y abuelos que sudaron sangre durante la posguerra y el tardofranquismo. Y no me puedo despegar de ello. Y los tiempos no son mejores. La obligación primera del creador es contar la realidad con la que convive.
– ¿Por qué esa predilección por los personajes marginales, desahuciados, desarrapados y parias?
– Creo que ya lo he contestado en la anterior pregunta. No puedo mirar de una manera inocente al mundo que nos rodea. Y eso estaba ya ahí cuando era un chaval.
– ¿Está de acuerdo con Juan Carlos Abril cuando afirma que Madrid aparece en su obra como «actante o protagonista secundario»?
Había una necesidad de fijar el barrio de mi infancia a través de la creación de un espacio literario de referencia. Yo le dejo a los expertos esas calificaciones. Canillejas es un territorio donde conviven memoria y ficción: era el lugar por donde yo, como autor, encontré la puerta para transitar entre ambas.
– Si tuviera que quedarse con uno de los 16 relatos de este libro ¿cuál elegiría y por qué?
– Yo me quedo con todos. Lo curioso de las presentaciones es que descubres que eso le sucede también a los lectores: cada uno de ellos se ve tocado por alguno diferente. Pero si me insistes te diré que me quedo con el último, el que cierra el volumen: “Ciruelas en julio”. La razón es simple: es el que siento más próximo a mi manera actual de escribir. La editora y poeta Rosa Lentini me escribió el otro día palabras muy elogiosas al respecto de este relato. Y eso es una enorme gratificación.
– Cualquier cosa que desee añadir para despertar la curiosidad por el libro y por la presentación en Granada
Apuesto a que vamos a pasar un buen rato: así ha sucedido en las presentaciones previas.
– Para terminar le vamos a poner en un compromiso ¿Cómo ve el panorama poético de Granada? De todos los poetas granadinos a los que ha editado con Bartleby ¿con quién se queda?
– Granada es una ciudad fundida con la poesía. Siempre ha tenido grandes poetas, no descubro nada. En Bartleby hemos recogido la poesía completa de Pablo del Águila, de Javier Egea, de la reciente Premio Nacional Ángeles Mora y de otros poetas como José Carlos Rosales, Rubén Martín (que fue premio Poesía Joven de Andalucía) o Miguel Ángel Contreras (y espero no olvidar a nadie). Yo creo que la poesía granadina cuenta con una buena salud por encima del ambiente cainita que la sobrevuela. Pero el lector también sobrevuela por encima de todo ello.