Lorena Avelar (México, D.F. 1969) reconoce sentirse «muy emocionada» por la publicación de su nuevo poemario concebido en Granada y editado por el sello granadino de Editorial Nazarí. También con su editor Alejandro Santiago a quien agradece que haya confiado en este libro que espera guste a todos y que llega con el aval del profesor y poeta bastetano, además de prologuista, Francisco Domene. Lo presenta esta tarde, en un acto que tendrá lugar en el Centro Artístico, donde estarán acompañada por ambos (19 h).
La inquietud por la poesía ha acompañado a Lorena Avelar desde su más tierna infancia. Con apenas cinco o seis años ya declamaba a Neruda, Lorca, Gabriel Miró y a distintos poetas clásicos. «Con siete comencé a escribir mis primeras poesías, estudié periodismo aunque nunca he ejercido pero si he sido columnista durante diez años en ‘El Sol de México’ y algunas otras publicaciones digitales en mi país y en España. También he sido guionista de televisión para niños y coordinadora de talleres de poesía», explica a modo de presentación esta autora que cuenta en su haber con otros poemarios como ‘Demonios y pecados’ (1999), ‘El niño de ojos grandes’ (2002), ‘El camino’ (2006), ‘Las voces’ (2008) y ‘Lejos de casa’ (2011), estas dos úlitmas escritas tras su llegada a España. Pertenece a la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM). A Francisco Domene le agradece que le haya arropado con su amistad y cariño,e infinitamente su prólogo», así como «su confianza en la palabra escrita», al igual que a Pedro Enríquez que le han ayudado a darse a conocer en el mundillo literario granadino. Avelar tiene muy claro que «lo más importante para un escritor no son los premios sino que sea leído y deje alguna huella».
Del prólogo indica que lo considera «una radiografía» de su transitar por la vida y por las letras y que sirve de antesala para un libro que ha llegado tras siete año sin publicar y superar momentos difíciles. En él, Domene afirma sin rodeos que Lorena escribe «bien y mucho» y que si alguna vez la poesía fue un objeto de lujo, para Lorena «es un artículo de primera necesidad». Así lo reconoce la autora que no podría verse hacer otra cosa, pues la poesía es «la vitamina que me hace continuar y soñar, levantarme de grandes caídas, es mi refugio y mi gran ventana». El libro contiene 56 poemas repartidos en 86 páginas, siendo el último poema el que le da título. «Se llama ‘El puente’ porque me instalé en Monachil donde hay un puente que he cruzado mil veces y a la vez es una metáfora para decir que es el puente que une México con Granada y España. También es un puente para seguir viviendo pues he pasado por extrañas circunstancias» .
Libro que considera un homenaje a su padre –a quien se lo dedica, junto a su madre y Granada, «por auspiciar mis tardes»- y que «no me dejaba cruzar el puente. En el último poema le digo que estoy cruzando el puente y dejando atrás: Cruzo el puente destruido,/ salto tu tumba;/ aún transito con los locos/ bebo del brebaje que me ahoga (…)/ Cruzo el puente a ciegas/ valiente/ sin miedo y sin duda». La portada de Carlos Monzón, una especie de trampantojo, hace que se pueda ver toda su tristeza encerrada en Monachil y al mismo tiempo el pueblo, los cerros y el puente. Desde el punto de punta estilístico se destaca el uso que hace del infinitivo, la adjetivación inusual, el dominio de la metáfora y las personificaciones. Lorena se consideera deudora de los clásicos y de poetas de su país como Fernando Celada (1872-1929) y también se identifica con la poeta argentina Alejandra Pizarnik,(1936-1972).
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