Toca el timbre, una horda de niños/as sale despavoridos al patio como si fuese el último día de sus vidas, corren y juegan tras la mirada inquisitiva de algún profesor al que hoy le toca guardia. La arquitectura del patio, parecida a la alambrada de una cárcel, separa a éstos del resto de la humanidad. Encerrados en ese espacio limitado y aprisionado, el alumnado juega y se desquita del encerramiento de las aulas durante treinta minutos, sin una actividad lúdica o creativa estructurada, sólo espera no ser amonestado y exprimir al máximo esos minutos de libertad hasta el nuevo toque de queda que les avisa de la vuelta a esa “prisión aularia”.
El recreo puede ser interpretado desde dos ópticas que reflejan la personalidad de la escuela: como un lugar donde se producen relaciones problemáticas entre los niños (peleas, abusos, etc.) por lo que esa escuela entenderá que su papel debe ser correctivo. O puede ser interpretado como el caldo de cultivo adecuado donde el alumnado se relacionará con los demás y tiene la oportunidad de hacer nuevos amigos, donde aprenderá a socializarse y a ser, jugando. Como digo es el estilo que adopte la escuela la que inclinará la balanza e interpretará el recreo como un espacio correctivo o constructivo.
En el artículo anterior vimos hasta qué punto es importante la socialización de los niños, como la calidad de las interacciones puede determinar el desarrollo normal en la adultez. La influencia que ejercen los demás es determinante en nuestras vidas; y en la infancia ésta se canaliza a través del juego. Según Lev Semyónovich Vigotsky (1924), el juego surge como necesidad de reproducir el contacto con lo demás. Para Jean Piaget (1956), el juego forma parte de la inteligencia del niño, representa el aprendizaje de la realidad según cada etapa evolutiva del individuo, lo que permitirá su adecuada evolución y desarrollo cognitivo. Para Groos, el juego es el ejercicio de las funciones necesarias para la vida adulta, porque preparan al niño para poder realizar las actividades que desempeñará cuando sea adulto.
La visión de la mayoría del profesorado es diferente, considera el patio como un lugar separado del aula, por lo tanto, ajeno a su responsabilidad e interés profesional más inmediato. Unos de los estudios más interesantes sobre el papel del recreo es el que hace Marín (2013) que viene a afirmar todo lo que he dicho hasta ahora: “el patio es un espacio educativo, pues el juego es primordial para el crecimiento y desarrollo sano de las personas, además de una potente herramienta educativa. Por otra parte, los patios son lugares privilegiados para el desarrollo de los juegos de los niños”. Pero la realidad es otra, sigue afirmando Marín, “actualmente los patios no están pensados ni incorporados como recurso pedagógico de la escuela, y tampoco se perciben como espacios educativos. En la práctica, no hay coherencia entre el discurso del profesorado en cuanto a su reflexión sobre el juego como herramienta educativa y de transmisión cultural y sus prácticas reales en el patio”.
Vemos pues que es la propia escuela la que aprovechará el recreo, los espacios lúdicos, como elemento curricular integrado en el proceso de enseñanza- aprendizaje y aún más, donde se pondrá en práctica aquello que se predica teóricamente en las aulas en cuanto a valores, como la inclusión, el respeto, la tolerancia, etc. O esta misma escuela puede ver el recreo como un mero descanso de los niños, donde el profesorado repone fuerzas y entre suspiros se queja del chillerío de afuera ajeno a él. Como acto solidario entre colegas, dará una sonora palmadita y el pésame al compañero que se encarga de las labores de vigilancia ese día; “ánimo valiente, suerte y que Dios te acompañe”.
“Es necesaria la potenciación de los patios como espacios de juego y aprendizaje. ” |
Es necesaria, por tanto, una transformación y una visión distinta de los patios; un cambio de mentalidad. Es necesaria la potenciación de los patios como espacios de juego y aprendizaje. Es necesario incentivar y formar al profesorado y a todo el personal educativo de la escuela en metodologías lúdicas de educación. Ello con la complicidad de los padres y madres para conseguir una valoración positiva del patio como espacio de ocio educativo y aprendizaje. También se hace primordial la apertura de éstos a la comunidad derribando así esas alambradas que lo separan de la vida real, facilitando a los niños/as su utilización como un espacio más de juego y aprendizaje en horas no lectivas.
Yo recuerdo mis recreos como el lugar donde compraba chuches en el quiosco de Antonio, jugaba con todos mis compañeros/as y con los de las otras aulas a juegos creativos, deportivos y tradicionales, donde veía a mis profesores pasearse, sin que modificásemos por miedo lo que estábamos haciendo. Los recuerdo llenos de amigos/as y juegos. No sé qué ha pasado en estos veinte años, pero desde luego ahora las cosas no son así. Sería bueno investigar qué ha cambiado en la sociedad que ha transcendido a la escuela y al papel que representa ahora. No quiero imaginármela como una prisión y un correccional; para mí no lo fue.