Juzgamos constantemente a los demás, a nosotros mismos, nos castigamos y castigamos a nuestro prójimo con una cruel determinación haciendo de este juicio una realidad sin contrastar, pero lo suficientemente fuerte para que se pueda convertir en una forma de ser y de estar que no nos permite intentar descubrir la realidad tal como es.
No sabemos que aquello que tanto nos puede molestar de los demás, está en nosotros, forma parte de esa parte que no llegamos a ver y que nos pertenece. Y aquello que tanto admiramos en los demás, también es nuestro, pero tampoco lo sabemos ni lo vemos.
Si criticamos a una persona por una cualidad que nos molesta, parémonos a pensar por qué detestamos tanto esa conducta, reflexionemos si no está en nosotros y no sabemos que forma parte nuestra personalidad. Conocerse es ganarse y comprender a los demás es el camino directo hacia la serenidad, hacia el bienestar.
Existe una técnica dentro de la Terapia Cognitivo-Conductual que se llama reestructuración cognitiva. Ésta nos ayuda a ser conscientes de nuestros pensamientos irracionales y erróneos. Cazar estos pensamientos es el primer paso: “esa niña siempre llega tarde, es una tardona”. Éste es un ejemplo que podemos utilizar para nuestra restructuración cognitiva. Detectado, pasamos a preguntarnos, ¿qué emoción me produce este pensamiento? Seguramente irá asociado a enfado, pero ¿realmente siempre llega tarde, por eso es una tardona? Podríamos hacer un cuadro con la veces que ha llegado tarde, podríamos cuantificarlo si fuese preciso, y veríamos que “siempre” es una sobregeneralización y que no se corresponde con la realidad.
“La mayoría de los problemas de inseguridad, ansiedad, depresión, y otros trastornos tiene su base en la creencia de estos pensamientos que son capaces de producirnos emociones tan intensas que nos engañan haciéndonos creer que si lo sentimos así, tiene que ser verdad” |
Veamos otro ejemplo, “no soy capaz de hacer el ejercicio”, este pensamiento-juicio irracional nos producirá frustración, un perjudicial sentimiento de incapacidad y parálisis. Ahora nos podemos preguntar, ¿realmente soy incapaz? Si diseccionamos este pensamiento, reflexionando en lo que hemos sido capaces de hacer, si comprendemos que es un mensaje falso del cerebro y que no se corresponde con la realidad, entenderemos que sí podemos hacerlo.
Se trata por tanto de estar muy atentos de los juicios que emitimos, de esos pensamientos irracionales, cazarlos y confrontarlos con la realidad.
La mayoría de los problemas de inseguridad, ansiedad, depresión, y otros trastornos tiene su base en la creencia de estos pensamientos que son capaces de producirnos emociones tan intensas que nos engañan haciéndonos creer que si lo sentimos así, tiene que ser verdad.
Pensar sobre lo que pensamos, dudar de nuestros pensamientos, la mayoría de ellos irracionales, confrontarlos con la realidad y ver hasta qué punto son erróneos. La mente piensa, es su trabajo, los pensamientos van y viene, conforman nuestra de vernos y ver a los demás. Si creemos todo lo que pensamos, estamos sometidos a una emoción muy devastadora: el miedo. Casi todo lo que nos dice nuestro cerebro son señales de miedo: sobre nosotros mismos; nos hace dudar de nuestras capacidades, hace que dudemos de los demás, que veamos al resto como una amenaza de la que hay que protegerse y defenderse, por eso aparece los juicios, la crítica; en el fondo cómo no nos aceptarnos, no podemos aceptar a los demás.
¡Y ahí estamos todos! fijándonos en lo que falla el otro, en lo que hace mal, creyendo a pie juntillas lo que pensamos, “pienso luego existo, ¿seguro?
No somos lo que pensamos, ni lo que sentimos, somos seres que albergan pensamientos, en su mayoría erróneos, éstos nos produce emociones, y llegamos a la conclusión que si lo siento, que si lo pienso tiene que ser verdad, sí o sí.
Nos vemos vapuleados por esa amalgama que confundimos con nuestra identidad, enjaulados en juicios y creencias que nos separan de los demás y de nosotros mismos.
“Si nosotros somos tan dados a juzgar a los demás, es debido a que temblamos por nosotros mismos”. Oscar Wilde
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