Quiero dedicar las siguientes líneas al narcisista o vanidoso que tiene subido el ego, ese individuo que mira a los demás por encima del hombro. A ese tipo de personas que tienen una necesidad excesiva de admiración y afirmación, siendo incapaces de observar las numerosas virtudes que pueden tener las personas de su entorno, les diría que sean humildes.
A veces, la envidia se presenta como un poderoso enemigo, llevando al sujeto a realizar ataques gratuitos con un único propósito: echar por tierra a aquellos que considera amenazas. El deseo de hambre o insatisfacción permanente es propio del que disfruta con el daño ocasionado al prójimo. Personalidades distintas desfilan y comparten la inmadurez, la falta de empatía o el deseo de convertirse en centro de atención. Muy ilustrativa es la frase pronunciada por Gandhi: “Procura ser tan grande que todos quieran alcanzarte y tan humilde que todos quieran estar contigo”.
«Procura ser tan grande que todos quieran alcanzarte y tan humilde que todos quieran estar contigo». Gandhi |
Evitemos obstáculos que en ocasiones se presentan en pro de alcanzar un bonito objetivo: ser buenas personas. Debemos compartir nuestras experiencias pues ello derivará en un posterior enriquecimiento. De la misma forma, sepamos encajar las críticas, siempre y cuando sean constructivas y nos ayuden a crecer. No dejemos de lado la necesidad de hacer el bien sin mirar lo que otros puedan hacer. Ser humilde no conlleva pensar menos de ti mismo y sí menos en ti mismo. Subamos escalones que guíen hacia la grandeza interior, con los pies siempre en la tierra. Dicen que si siembras, recoges. En este sentido, conozcamos sin prejuzgar y escuchamos.
Aprender y ayudar a los demás puede formar parte de tu vida, siendo capaz de reconocer nuestras insuficiencias. Ante la crítica malintencionada y dañina, un consejo: pon la mejor de tus sonrisas y busca la felicidad.
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Profesor del IES Ribera del Fardes
(Purullena, Granada)