Escribo al hilo de una frase escuchada en lugar cofrade, durante la Cuaresma granadina: «(…) Hay que evitar las dentelladas que se están dando a nuestras devociones y tradiciones». Con toda ingenuidad, corrí al Diccionario de la Real Academia -actividad que no dejo de aconsejar para no equivocarse con el sentido exacto de las palabras- intentando asegurarme de que lo afirmado con rotundidad era una metáfora con una interpretación que iba más allá de lo oído y procesado en mi cerebro: «Herida que dejan los dientes en la parte donde muerden».
Inmediatamente comprendí que el autor de la locución -por cierto, persona destacada en el mundo cofrade, con responsabilidades institucionales- se quejaba de las ‘mordeduras’ que, desde distintos ámbitos sociales, se están lanzando contra estas instituciones católicas (cofradías y hermandades), con la intención clara de lacerar en lo más profundo, es decir, en el alma; algo muy similar a lo denunciado por el secretario de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello: ‘Liturgiafobia’.
Sabéis que yo he mantenido, en casi todos los lugares ‘semanasanteros’ de nuestra provincia, que en nuestras instituciones, independientemente del momento por el que atraviesen y sean quienes sean sus representantes, hay diversos puntos de urgente resolución que debemos afrontar unidos. Entre ellos, y quizás el primigenio, el de la vuelta a nuestra razón de ser.
Pues bien, no os debe extrañar, por tanto, que ahora repita -y lo haré una y mil veces más- «que el fondo de toda cuestión no es otro que la certeza de que las asociaciones de fieles no nacen ni se desarrollan para el único fin de pasear titulares o demostrar que, al son de la música, los ‘costeros’ se mueven a compás».
Si nos quedamos tan sólo con esto último, ¡ mal favor estaremos haciendo a la fe y a la razón ! al asemejarnos a un desfile de Carnaval. Y no quiero decir, como mantienen algunos ‘catedráticos’ de la Semana Mayor, que todas nuestras públicas de creencias tienen que ser ‘serias’. Todo lo contrario: cada cual tiene la obligación de mantener y defender, por encima de cualquier opinión interesada, su verdadero valor intrínseco, sin copias -siempre, al menos, en entredicho-.
¿Acaso os atenaza el miedo de ser tachados de capillitas incongruentes?… A mí, no. ¡ Y hasta puedo explicar el por qué de esa falsedad !
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de
Ramón Burgos
Periodista