Está claro que ningún padre poseemos un libro de instrucciones sobre cómo educar a nuestros hijos. Amar a nuestros hijos es la primera obligación que tenemos. El amor entiende, comprende, perdona, no enjuicia, protege. Desde esta asunción nos proponemos educar a nuestros hijos, desde ese amor, cuya misión principal debe ser, ante todo, formar personas sanas, mental y socialmente. Aquí es donde entra en juego algo fundamental: la palabra educar lleva la raíz latina “ducere”, ésta proviene de la raíz europea “deuk” que significa guiar. Guiar a nuestros hijos para que sean personas lo más completas posible.
Aparte de las premisas fundamentales que los profesionales de la psicología conocemos sobre cómo educar de forma adecuada a los niños y adolescentes, el establecimiento de límites y decir NO, es una de las pautas más importantes. Decir NO cuando consideremos que la conducta de nuestro hijo le puede perjudicar a él o a los demás.
NO es NO, cuando se sitúa en un mensaje de amor y de cariño, el niño comprende que desaprobamos esa conducta y no a él. Cuando le decimos un NO, mantener este NO es muy importante: se trata de transmitir un mensaje coherente, que no se modificará por más que nuestro hijo intente disuadirnos. Si nuestro mensaje no es firme, si decimos no, y luego sí, si titubeamos, los confundimos, aprenden que el no puede ser un sí al cabo de un rato o unos días.
Como he comentado, la premisa fundamental para decir un inamovible NO, debe estar clara: que la conducta que prohibimos sea dañina para él o para los demás. Esta es la clave.
Creo que es un error considerarnos “buenos” padres cuando somos permisivos, colegas, flexibles, no autoritarios, cuando le damos todo lo que nos piden. No mantener unos límites claros y unas prohibiciones tajantes, puede convertir a nuestros hijos en personas con muy baja tolerancia a la frustración, personas inflexibles, intolerantes; en definitiva, personas que entienden que la vida, los demás, deben facilitarles y darles todo aquello que quieran, sea como sea, porque así lo vivió de niño.
Pensar que nuestros hijos nos van a querer más si les concedemos y les damos todo cuanto pidan, es una forma insana de querer. Nuestra misión es educar, no mimar, es guiar, sabiendo que decir NO a nuestros hijos, les ayudará a respetar el NO de otras personas. Comprenderán que los demás no tienen la obligación de facilitarles las cosas, que los demás no tienen que tratarles siempre bien y respetar esto. Aprenderán a no ser personas resentidas con el mundo que echan la culpa a los demás de sus fracasos o acciones, aprenderán pues, a ser resilientes con lo que la vida nos quita, con el sufrimiento inherente: la vida nos dice NO constantemente, aceptar esto tendría que ser la primera lección que deberíamos recibir.
Sin ser expertos padres, porque es imposible serlo, la lógica nos debería guiar para evitar que nuestros hijos se conviertan en reyes déspotas sin corona.
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Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso