Cada día que pasa estoy más convencido del valor muy positivo de la siguiente afirmación: “lo que está bien, no hay que tocarlo; si acaso, intentar mejorarlo, pero nunca reinventarlo”.
La frase, de la que tan sólo soy transmisor –desconozco su autoría–, viene como anillo al dedo tras escuchar y sopesar las distintas afirmaciones que, en estos días electorales, nos inundan en mil y una formas.
Pero, también, es aplicable –mejor dicho, deberían aplicársela– a algunos “pamplinas” –hablaré de ellos con detenimiento otro día– que, colocados al frente de determinadas instituciones, están planteando “reinventarlas” en, por ejemplo, sus relaciones con los pobladores de a pie, los medios de comunicación o las asociaciones de diversa índole.
Por el contrario, muchas veces yo he ensalzado, pública y privadamente, los esfuerzos realizados por algunos otros representantes de diversos estamentos con sede en nuestra provincia para dejar claro, de una vez por todas, que no existen varias “sociedades” (militar, civil, política, judicial, etc.), sino que todas son una única: la nuestra.
También, me habéis oído clamar por el debido honor a todas las mujeres y hombres que han luchado y luchan por un porvenir mejor, hayan nacido donde hayan nacido, pero que se enorgullecen, día a día, de Granada y se empecinan en hacerla más habitable y solidaria, sin distinción de razas, sexo, ideas o religiones.
Y en razón a ello, seguro que habréis entendido mi deseo, de la misma forma clamado: “al menos yo, quiero –exijo– ser miembro activo de una sociedad leal y unida”, en la que la imposición de directrices, por la fuerza del cargo o el exceso de celo, anulando lo bien realizado con anterioridad –lo que, por cierto siempre suele llevar aparejado un trasfondo de “orgullo trepador” y de “impenitencia”–, sea de rechazo común.
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de
Ramón Burgos
Periodista