Virtudes Montoro: «Rumiaciones: cuando no dejas de pensar»

Ante un problema, situación, pueden aparecer pensamientos rumiativos, obsesivos, que en principio parece que acuden a solucionar el problema, analizarlo, pero que acaban convirtiéndose en el problema en sí. 

Cuando no somos capaces de dejar de pensar sobre ese problema, situación, entramos en un colapso de pensamientos y emociones destructivas. La situación se exagera tanto que el malestar que nos genera es insoportable; sencillamente no encontramos ninguna solución, pero no podemos dejar de dar más y más vueltas a la situación en sí. Emociones potentes e intensas de angustia, malestar, ira, enfado toman las riendas de nuestras vidas, como un círculo vicioso que no para y que continúa su ciclo perpetuo.

La rumiación se asemeja a una mecedora, te meces y te meces en ella y no vas a ningún sitio, se asemeja también a la inactiva acción de algunos animales que mastican la comida una y otra vez, aunque ya haya sido digerida. El degaste psíquico es tal que las rumiaciones se equiparan a una carrera de fondo, con un cansancio mental similar al físico. Se trata de pensamientos obsesivos, que, si no conocemos las técnicas adecuadas para lidiar con ellos, nos puede dificultar seguir con nuestra vida diaria.

Ante esto, ¿qué podemos hacer?

Primero, detectar que estamos rumiando, si los pensamientos obsesivos ocupan mucho tiempo, si las emociones son muy fuertes y nos causa demasiado malestar, si nos sentimos paralizados, angustiados, perdidos, podemos darnos cuenta que hemos entrado en el bucle de la rumiación; los pensamientos obsesivos originan emociones negativas, y éstas a su vez generan más pensamientos. Al identificar la rumiación por su nombre, estamos ante el primer paso para ocuparnos, y no preocuparnos por ella, nunca mejor dicho.

En segundo lugar, debemos convencernos que aquello que estamos pensando está distorsionado, que no se corresponde con la realidad, que lo estamos exagerando, que ni es tan trágico como lo percibimos, ni las consecuencias tan devastadoras, y que si así lo fuera, debemos saber que podremos superarlas, porque todos los humanos tenemos esa capacidad de racionalizar el dolor, el sufrimiento. Ya he comentado en otros artículos, que percibimos la realidad de una manera muy distorsionada, y que, en cualquier caso, como apunta Mario Alonso Puig, la realidad es mucho más benévola de lo que creemos.

El tercer paso que podemos realizar, es reenfocarnos en otra tarea, nos hablamos con amabilidad; “estoy rumiando, estoy muy ansioso ya que no puedo dejar de pensar sobre el tema, se llama rumiación, no me siento culpable por tenerla, sé que estoy exagerando la situación y decido prestar atención a otra cosa, respetándome ante todo”. Con amabilidad llevo mi atención a otro foco, hablamos de conciencia plena; puedes imaginar una veleta que no para de vueltas, y así visualizar tu rumiación como algo tangible, y decidir centrarte en tu respiración o en alguna tarea que te pueda suponer altos niveles de concentración, o que te puedan aportar serenidad: salir a pasear, escuchar con atención plena una canción, realizar un crucigrama, llamar a alguien y escuchar activamente a esa persona. Puedes elaborar una lista de tareas en las que vas a enfocarte, las que más se adapten a ti, así anticipas y te preparas para para cuando las rumiaciones comiencen de nuevo. Y todo este proceso lo haces desde la aceptación; decidiendo de forma voluntaria, y con tu esfuerzo, reenfocar tu atención en otro pensamiento o tarea.

Por último, cuando la mente esté más serena, actúa ante esa situación, puedes tomar una decisión, no tomar ninguna si no está en tu mano, lo que sí puedes, es cambiar tu actitud ante tus rumiaciones que aunque sea difícil, sí lo puedes conseguir, tomando esa prudencial distancia para ver las cosas tal y como son.

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Virtudes Montoro López

Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso

 

Redacción

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