Quiero dedicar el artículo de esta semana a lo que denominamos transparencia. Varias serían las acepciones que se recogen acerca de este vocablo. Si buscamos en el diccionario, encontramos:
1. Cualidad de una cosa transparente. «La transparencia del agua; la transparencia de un tejido»
2. Fotografía sacada directamente en positivo y en película u otro material transparente y que se proyecta sobre una pantalla blanca; en especial la del tamaño de una hoja de papel que se emplea en conferencias o exposiciones para ilustrar el discurso.
Pero, centrémonos en lo que supone ser “transparente” como persona. Entendemos por ello: personas genuinas, que se muestran tal cual son. Así, quienes tienen o tenemos defectos, no los ocultamos.
Somos lo que somos y no engañamos a nadie. Con nuestras carencias y puntos fuertes, saltamos a la palestra, sin mentiras ni maquillajes.
Si abordamos la transparencia ciudadana, hacemos alusión a la rendición de cuentas, a la responsabilidad que tenemos con la administración. Cuando nos referimos a los gobiernos, toca hablar de una apertura a todos/as, aquellos que son capaces de dar la información solicitada, de resolver los posibles problemas o solucionar las demandas de cada uno de nosotros. Así, el político íntegro es aquel que establece y mantiene una relación de confianza entre la ciudadanía y los poderes públicos. Si no hay transparencia, cobra fuerza la opacidad, el oscurantismo, la engañifa, y, en muchas ocasiones la estafa o corrupción.
En definitiva, ser transparente es ser claro o evidente. A veces, algunos no contamos lo que pensamos, recurriendo al lamentable maquillaje. En otras ocasiones, la persona recurre a la zancadilla (lo suelen hacer los llamados “trepas”, los “sin escrúpulos” o quienes carecen de valores y valía personal).
Por ello, actuemos de manera franca o abierta. Cierto es que vivimos en una sociedad en la que reina la hipocresía o el ser políticamente correcto (a uno/a le irá mucho mejor mintiendo para medrar, si bien yo siempre seré partidario de decir qué pienso desde la crítica constructiva y el deseo firme de hacer el bien), por lo que ustedes tienen dos caminos: la transparencia y el sentirse bien consigo mismo (no cabe el remordimiento) o la falsedad/ la mezquindad (aunque podamos obtener mayor recompensa, obviando la importancia de la solidaridad, el respeto , la tolerancia u otros vocablos, para muchos, vacíos de contenido).
Que las presentes líneas no caigan en saco roto.
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Profesor del IES Ribera del Fardes
(Purullena, Granada)