En algún medio de comunicación –es tan amplia la oferta (felizmente) que no soy capaz de adjudicar los correspondientes derechos de autor– he leído o escuchado la frase “tiranía de las apariencias”. Y, como ya sabéis por otras ocasiones, he tardado más bien poco en considerar los múltiples sentidos que podría tener lo enunciado en relación con los momentos de incertidumbre que hemos pasado –y que, de forma agorera, presiento que volverán a inquietarnos en poco tiempo– tras la conformación de los municipios de nuestra provincia.
Creo que hemos sido testigos –en determinados casos y con la mínima información, oculta, además, en el mayor halo de secretismo– de una epidemia de nepotismo partidista basado esta vez en los intereses personales, o, lo que es aún peor, en antiguas rencillas particulares.
Casi todos los responsables políticos con los que he tenido la oportunidad de hablar al respecto, tras mantener su triunfo en las urnas y, por tanto, la “subida” de su partido, han sustentado la tesis de que los pactos realizados no son sino el reflejo de lo votado fechas atrás.
Así, estimo que puedo preguntarme ¿dónde han quedado los programas y proyectos aireados a los cuatro vientos? ¿Dónde la valoración de lo ejecutado y bien hecho con anterioridad? ¿Dónde el esfuerzo común de desarrollo sostenible?… ¡Y no me digan que todos los integrantes de una misma “tendencia” (derecha, centro, izquierda, etc.) tienen los mismo fines y el mismo camino!
Tendremos que seguir trabajando para que la legislación electoral española contemple, por ejemplo, “la segunda vuelta” o la “elección personal”, amén de la misión diaria de exigir, con carácter firme e inmediato, el cumplimiento de lo prometido.
No creáis que toca esperar cuatro años. El tiempo, por nueva vez, depende tan sólo de nosotros, de aquellos que seguimos apostando por una sociedad justa y en paz.
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de
Ramón Burgos
Periodista