El primer libro impreso con tipos móviles de metal fue realizado en Corea hace ahora 642 años. Cuando Gutenberg sacaba de la prensa los primeros pliegos impresos de su famosa Biblia de 42 líneas, se puso en marcha una revolución que cambió el mundo. Mark Twain, al que todos conocemos, pero del que casi nadie sabe que fue un tipógrafo en su juventud, dijo: “Lo que el mundo es hoy, lo bueno y lo malo, se lo debemos a Gutenberg”.
Y tenía razón en todo salvo en un pequeño detalle, que unos 80 años antes, unos monjes coreanos se habían adelantado a Gutenberg imprimiendo un libro mediante la utilización de tipos metálicos móviles.
La existencia del segundo volumen de una recopilación de enseñanzas budistas, impreso en un templo de la lejana península de Corea en 1377, así lo pone de manifiesto. Mientras que la fecha de impresión de la Biblia de Gutenberg es aproximada, del libro coreano sabemos cuándo se terminó de imprimir, el monarca bajo cuyo auspicio se realizó, las personas que participaron en la fundición de los tipos, la composición e impresión del mismo y la persona que corrió con los gastos de la edición.
Pero no se atormenten por su desconocimiento, pues hasta que en 2001 la UNESCO no lo confirmó como el primer libro impreso en el mundo con tipos móviles de metal, de que se conserva un ejemplar, pocos habían oído hablar de él.
El JIKJI (leído Chickchi), que así es como se conoce este libro, terminó en manos de Collyn de Plancy, embajador francés en Corea, hacia 1890, entre un centenar de libros antiguos de la época Joseón (1392-1910). Tras su venta, en subasta, en 1911 pasó a manos del bibliófilo y coleccionista Henri Vever quien en 1950 lo donó, junto al resto de libros coreanos, a la Biblioteca Nacional de Francia. Pese a haber sido expuesto en la Exposición Universal de París de 1900, este libro no había despertado la más mínima atención hasta que la joven historiadora coreana Byeng-Se Minje Park, lo redescubriera en 1965 y consiguiera su inclusión, como el primer libro impreso con tipos metálicos móviles en Oriente, en la exposición “Le Livre” realizada por la Biblioteca Nacional de Francia en 1972 y que le autorizaran a obtener una copia del libro y esta lo enviara a Corea para su investigación.
Que Gutenberg supiera del nuevo sistema de fundición de tipos móviles en bronce en Oriente, que desde al menos 1230 se venía haciendo en la península de Corea, es más que improbable pues la impermeabilidad de ambas culturas a este respecto es manifiesta. Si por casualidad un libro impreso con esta técnica hubiera caído en sus manos ni se habría dado cuenta, pues aquellos coreanos no hacía sino lo mismo que Gutenberg intentó hacer con su famosa Biblia: ellos que pareciera un libro impreso con tacos de madera (xilografía) y Gutenberg que pasaran por una Biblia escrita a mano en un scriptorium.
Decía que, por suerte, porque de haber imitado Gutenberg el sistema de fundición coreano y la técnica de impresión por frotación oriental sobre los papeles de trapos europeos, la cosa habría salido tan mal que hubiera desechado el invento por inviable.
Por fortuna, Gutenberg adaptó su invento a los materiales que tenía a mano, desde la tinta, el metal con el que fundir los tipos, el papel o la prensa con la que imprimir, logrando imitar a la perfección mediante su “escritura artificial” lo que los monjes y copistas venían haciendo en occidente desde hacía décadas: libros, pero más rápido, y sobre todo más barato.
Lo de Corea fue otra historia. Los tipos metálicos móviles tuvieron su principal contrincante en los libros realizados mediante xilografía, cuya técnica se venía desarrollando en China y Corea desde el año 712, y el hecho de que la impresión estuviera monopolizada por la monarquía y que la demanda de texto religiosos fuera permanente hicieron que la evolución de una técnica, mucho más laboriosa y lenta que la xilografía, fuera relegada a ediciones ocasionales. Lo que no resta importancia al invento coreano de fundir tipos móviles en bronce.
Es justo reconocer a aquellos monjes coreanos que imprimieron el JIKJI como lo que fueron, las primeras personas que imprimieron un libro mediante tipos móviles de metal. Que la historia no los reconozca como tales puede que sea más por el eurocentrismo con el que se ha venido escribiendo la Historia desde el Renacimiento, que por la intención de marginarlos de este increíble invento que fue la imprenta tipográfica.
En 2016, Granada tuvo la fortuna, gracias a la colaboración entre la Diputación de Granada, la Embajada de Corea del Sur en España y el Museo del Jikji de la ciudad de Cheongju, de ser la única ciudad española con contar con una de las réplicas de las planchas originales con tipos fundidos en bronce que el maestro Lim In-ho ha estado realizando y con las que este año ha culminado la impresión de un facsímil de la edición de 1377, de la que este mes de julio celebramos el aniversario de su primera impresión.
Francisco de Paula Martínez Vela
Oficina Tipográfica – Diputación de Granada