Falta de empatía, victimismo, egocentrismo, soberbia a raudales, búsqueda del daño ajeno a través de artimañas varias (la mentira, la manipulación o la injuria/ofensa gratuita, entre otras),…
El ser nocivo o tóxico a veces no se ve venir, si bien hemos de detectar el mal para que no nos contagien sus malas acciones. Conforme cumplimos años, intentamos evitar conflictos innecesarios, ignorando o usando la indiferencia como pilar central de nuestra acción diaria. En este sentido, considero que jamás hemos de retroceder en nuestros objetivos. La ignorancia, la envidia, el odio de las personas mezquinas, los/ las chismosos/as cuya vida está vacía, el ser controlador que quiere conocer todos tus pasos o la negatividad de quienes culpan a los demás de sus fracasos, no pueden hacer que echemos el freno.
Camina, con paso firme, decidido. Hazlo sin miedo a la maldad de quienes algún día tendrán que dar explicaciones de sus malas conductas (por el daño ocasionado o colateral a otros inocentes). Sea cual sea el daño que nos ocasionen, debes mantener la bondad dentro de tu corazón. Indígnate ante las justicias, pero no dediques demasiado tiempo a lamentos o quejas. Actúa, aportando tu pequeño granito de arena en pro de construir un mundo lleno de valores. Necesitamos crear entornos positivos, no permitiendo que aquellos que obran mal afecten nuestras vidas.
Queridos lectores, cerraré con una frase pronunciada por Gregg Braden, que grabaré y aplicaré cada día: «Respétate lo suficiente para alejarte de aquello que ya no te sirve, no te hace crecer o no te hace ser feliz». Que mis palabras no caigan en saco roto.
Que no me despierten, hasta que la ficción se haga realidad.
Ver más artículos de:
Profesor de ESO