Rafael Bailón Ruiz: «En cuerpo y alma»

En aquella tarde, me sentí impotente, golpeando el cuadro de un artista francés, cuyo nombre nunca logré recordar, quizás debido a la escasa valía del mismo.
¿Sabes que cumplí 30 años? – un viejo amigo preguntaba de nuevo.

Claro que sabía los años que él tenía, pero la pregunta no era la debida. Mi compañero estaba dolido, y, las evidencias eran bastante claras.

Me dejaré de rodeos, decidido a soltar amarras. El temor usurpa la tranquilidad, gritando muchas veces, subido a un montículo de tierra y clamando al cielo como señal de protesta.

Cada día, nos humillamos ante la muchedumbre, más prefiero seguir con la vigilia cada noche.

Ruego que me perdonen si he dejado aterrizar mis voces como disparos desafiantes, como insultos dirigidos a una multitud estática. Lo siento, pero estoy cansado de la indiferencia, de mirarnos el ombligo o darnos golpes de pecho, siendo hipócritas ante los grandes problemas que nos acucian.

Víctor quería que diera el paso, esperaba que terminara este sinvivir. Él no podía ver como tiznaban mi personalidad, incrementándose su rabia.

    – Quiero escuchar la canción de tu renacer. Yo nací, vivo y moriré en la calle – espetaba Víctor.

En ese momento, uno desea obviar el comentario, esa invitación enérgica en pro de construir una nueva personalidad, si bien accedes a dar una respuesta.

Este gigantesco orbe en el que convivimos es un valle de lágrimas. Es ahora ,y, gracias a la insistencia de un amigo, cuando me doy cuenta de la insignificancia del ser humano, de ser parte de un mundo confuso (con muchos defectos y pocas virtudes).

A quienes lean esta nota, les diré que conseguí despertar a tiempo. Pasamos de largo ante el mendigo que pide por necesidad, la mujer que sufre una agresión o los niños que viven explotados en países del Tercer Mundo.

Queridos lectores, fui inerte durante mucho tiempo, más lucharé por un mundo más justo y humano, siendo un muro infranqueable ante el qué dirán, combatiendo la maldad o la envidia, expulsando la desilusión de mi interior, como humo de tabaco.

Deseo que mis deseos no caigan en saco roto.

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Rafael Bailón Ruiz

Profesor de ESO

 

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