Antonio Luis Gallardo Medina: «Aquí sí se fía»

Viniendo por la circunvalación, camino de casa he mirado de reojo el parking exterior del Centro Comercial Nevada y he pensado lo viejo chocho que soy, pues en dos años que tiene dicho centro, aún no he pisado una baldosa del mismo.
No me pregunten el motivo, pues ni yo sabría decirlo, el caso es que cada día me gustan menos las grandes superficies comerciales. Me ahogo, me asfixio y al final termino por no ir. Pero lo que en verdad me molesta más es que están quitando o haciendo que desaparezca el comercio pequeño de barrio, la tienda de cada esquina en donde todo el mundo se conoce.

Sí, ya sé que dan muchos puestos de trabajo y que la gente con la vida tan ajetreada que lleva, prefiere llegar a uno de estos Centros y tirarse allí todo el día, en lugar de ir por el barrio saludando y comprando todo lo necesario para la semana o el día a día.

Desde pequeño siempre me gustó jugar a las tiendas y soñaba con algún día tener la mía propia. Siempre me gustaron las tiendas que vendían los productos a granel. Amante del contacto con las personas, la cercanía y el trato personal, me encantaba estar el mayor tiempo posible en la tienda de mi tía María Casanova, hermana de mi abuela Laura, en plena calle Cristo, esquina con la calle Ingenio.

Nada más entrar, lo primero que llamaba la atención era el aroma tan especial, que me transportaba a tiempos de infancia y juegos. Aromas a especias té y café. Sus estantes estaban repletos de saquitos en los que se podía encontrar todo tipo de cereales, arroces, pastas, frutos secos y semillas.  El aceite a granel, los garbanzos en un gran barreño de loza que se echaban el día anterior para estar en remojo y un gran balancín para poder servir el moyuelo que tanto se vendía en aquella época, que toda familia trataba de criar un cerdo en su casa para luego en diciembre hacer la matanza.

Yo, me pasaba la tarde viendo como mi tía despachaba a la gente. Eran buenos tiempos para la venta, pues en época de zafra y caña de azúcar venían muchas familias que compraban cada día o semana y pagaban al final de mes o cuando cobraban. Esa tienda si se fiaba y tenía su libreta con todos sus apuntes.

Mi tía María nunca tuvo ultramarinos finos como se decía antes, para eso se iba a la tienda de Pepe Hernández, allí si había recortes de jamón, mantequilla Lorenzana a granel y otras delicias.

No sé cómo hemos ido dejando de ir y en muchos casos provocar el cierre de las pequeñas tiendas de barrio, esas que saben lo que necesitas para la semana, que te conocen cómo llevas el embarazo y sobre todo que te fían, pues confían en ti. Cada uno de los clientes, tenía su tienda a medida.

Con el tiempo sigo sin saber, ni entender cómo puede haber gente que quiera comprar en un sitio así, como los grandes Centros Comerciales. No entiendo por qué la gente había dejado de ir a las tiendas del barrio para acudir al centro en tropel; en las tiendas del barrio sabían cómo te llamabas y te preguntaban por la familia, aquí en el Nevada, apenas recuerdas dónde has dejado el coche.

Es la constante pugna entre tradición y modernidad, el pequeño comercio, que constituye una parte fundamental del sector, se enfrenta en desventaja a los retos que plantean las nuevas formas de consumo y de gestión empresarial, con las grandes superficies y el comercio online a la cabeza.

Son muchas las ventajas que nos ofrecen nuestras tiendas de barrio así que no dudes en visitarlas, necesitan el apoyo colectivo para ofrecer un servicio mejor. Se trata de una lucha por la supervivencia de los valores que las tiendas de barrio representan, y es que apostar por ellas es hacerlo por la economía local, el servicio personalizado, la empresa familiar, las ciudades vivas y una menor contaminación.

Fíjate tú lo que me ha dado el pasar cerca del Centro Nevada, que seguiré sin visitar mientras pueda. Que sirva al menos estas líneas en recuerdo del coñazo que le daba cada día a mi tía María.

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ANTONIO LUIS GALLARDO MEDINA

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