Los periódicos españoles se han dejado el 73% de las ventas en una década. Que los periódicos impresos están en crisis es una obviedad, no una noticia.
Pero las cifras ayudan a comprender mejor la sangría que han vivido durante los últimos diez años las cabeceras, en este caso españolas. A la crisis económica que ha golpeado de manera brutal España y Europa se ha unido la imprevisible y cambiante transición digital, que de la noche a la mañana modifica las reglas del juego sin tiempo para reaccionar.
Ahora todo el mundo le ha dado por leer cabeceras o alguna que otra noticia en las tabletas, en los teléfonos y en los ordenadores, raro es ver ya al lector ávido de papel.
Reconozco que soy algo rarillo para ese tema, me encanta, el olor a papel tintado, olor a petróleo y lo único que me molesta es tener que llevar siempre una toallita para quitase la suciedad de las manos.
Pero no le echemos la culpa, como siempre a ciudadano, pues antes la prensa tenía su público, su liturgia y sus ganas de amanecer para ir al kiosco de turno y tener el preciado tesoro de la noticia, aunque al día siguiente sirviese para envolver el pescado del día.
A buena hora estaba yo esperando en la casa de mi abuela Carmen en el Portichuelo, en Salobreña, allá por los años sesenta y pico, pues era Manolico, ‘El Cartero’ quien traía el regalo tan apetecible.
Llegaba incluso a leerme casi todos los anuncios por palabras y qué delicia. Con el tiempo, los periódicos comenzaban a llegar con total regularidad a la tienda de Paquito Franco y eso ya era otra cosa, pues la sensación de espera se perdía, ya que sabías justo cuando abría la tienda y cuándo llegaba la prensa.
Pasaron los años y los kioscos, más que vender prensa, parecían un bazar, cupón de este periódico para la cafetera, de este otro para la aspiradora y del que le sigue para un juego de maletas maravilloso. Aquello perdió personalidad, enjundia y el marketing periodístico se limitaba al tema regalos no a la información tan demandada.
Yo, sin embargo, sigo deseando que llegue el domingo con mi toallita húmeda en el bolsillo para leer el periódico en papel, rarillo que es uno como ya dije al principio.