Carolina Molina, la escritora que se autodefine como “una granadina nacida en Madrid”, acaba de publicar un nuevo libro.
Su título es “Los ojos de Galdós” y ha sido publicado por la editorial Edhasa de Barcelona, especializada en novela histórica. El libro se abre con dos citas del mencionado escritor, de las cuales me quedo con la segunda porque, en cierta manera, es un resumen premonitorio del contenido de la novela:
“Sin mujeres no hay arte. Ellas son el encanto de la vida y el estímulo de las ambiciones grandes y pequeñas. Origen son y manantial de donde proceden todas las virtudes”.
El libro, desde el comienzo, tiene dos protagonistas indiscutibles: Carmela Cid, la chica granadina llegada a Madrid con la ambición de trabajar en los periódicos de la capital de España, y Benito Pérez Galdós, el escritor más prestigioso de todo el siglo XIX, que la autora revive desde su nacimiento en Canarias hasta su fallecimiento en Madrid el 4 de enero de 1920. Ambos personajes responden a los dos niveles en que se desarrolla esta nueva novela de Carolina Molina, integrada por personajes históricos y otros de ficción que ella ha creado para alimentar la trama de la obra. En torno a ellos giran otras muchas figuras secundarias, unas reales y otras de ficción. La habilidad de la autora para entremezclarlos hace que a veces sea difícil distinguirlos. Sin embargo, los aconteceres a los que el lector, a través de las quinientas páginas de la novela va asistiendo, son la mayoría de las veces, históricos y la autora sabe muy bien resumirlos y encajarlos dentro de la trama del largo relato.
Resalta, dentro de esos aconteceres, el amplio resumen que Carolina Molina nos ofrece de la representación de la obra teatral “Electra”, que supuso todo un hito en la historia del teatro español. Este drama que la autora, haciéndose eco de las críticas más autorizadas, califica de anticlerical, entra dentro de una corriente literaria de marcado signo crítico contra los abusos de la iglesia católica, que ya se había iniciado en Francia. Obras tan significativas como “Sebastián Roch” de Octave Mirbeau, (París, 1890) sobre los abusos sexuales en los colegios de curas, o “La Huella” (París, 1895), de Edouard Estaunié, sobre la nefasta siembra que deja en el alumnado la enseñanza clerical, tuvieron su repercusión en la literatura española en plumas tan importantes y significativas como Alejandro Sawa, (“Criadero de curas”), Vicente Blasco Ibáñez (“La araña negra” y “El intruso”) o Rosario de Acuña (“El Padre Juan”).
A esta corriente de marcado signo agnóstico, vino a dar pábulo un acontecimiento de la vida real, muy aireado por los periódicos de la época, que ha pasado a la Historia con el título de “El Caso Ubao”. Una joven menor de edad, Adelaida Ubao e Icaza, huérfana de padre y heredera de una gran fortuna, que un cura jesuita, el padre Cermeño, consigue embaucar para que entre novicia en el convento de Esclavas del Corazón de Jesús. Ante la negativa de la familia para dejarla profesar la chica se fugó de su casa y se refugió en el convento. La madre de la menor presentó denuncia y el caso llegó al Supremo. Lo más llamativo fue la elección de los abogados: la familia buscó a Nicolás Salmerón, agnóstico y antiguo presidente de la I República, y los jesuitas a Antonio Maura, el representante de la derecha más tradicional y conservadora. La obra “Electra” de Galdós se hace eco del caso Ubao y prueba de ello es que también se trata de un cura embaucador y una joven que entra en el convento engañada. Su representación, muy elogiada por toda la progresía madrileña, supuso un gran éxito y señala la cima de la carrera dramática de Galdós. Pocos años después, otra obra polémica, “Casandra”, volverá a confirmar su éxito en escena y su posición anticlerical. ¿Fueron estas obras las que, a la hora en que Galdós fue propuesto para el premio Nobel, llevaron a los sectores más católicos y conservadores a pedir a la academia sueca que jamás recayera tal honor en nuestro escritor? Todo hace pensar que así fue.
Otro punto ampliamente tratado en la novela es el de los amores de Galdós con distintas mujeres de su época. Entre ellas la también escritora Emilia Pardo Bazán, Lorenza Cobián, que le dio al escritor una hija, la actriz Concha Morell, Teodosia y otras mujeres del pueblo llano y humilde. La autora insiste en el hecho de que algunas mujeres de sus novelas, aunque entes de ficción, tienen muchos rasgos de las mujeres reales que Galdós conoció y llevó a la cama. Entre ellas, Fortunata y Jacinta, las dos heroínas de la novela más conocida de Galdós.
Páginas adelante, de la mano de nuestra autora, el lector asiste en París a la visita que en 1902 le hizo Galdós a la reina Isabel II, que desde 1868, víctima de la revolución conocida como la Septembrina, vivía en el exilio. Le acompaña la joven Carmela Cid y el embajador de España en París. La reina, muy anciana y obesa, le cuenta a Galdós su pasado, lleno de amoríos y errores, que ella justifica debido a su falta de experiencia y buenos consejeros. Vuelven a España sin visitar ninguna de las maravillas que la capital de Francia ofrece al visitante. De nuevo en Madrid asistimos a importantes aconteceres de la historia patria: inauguración en el parque del Retiro del monumento al rey Alfonso XII, atentado contra Alfonso XIII, precisamente el día de su boda, inicio de las obras de la Gran Vía, etc.
Pero además de Madrid la novela tiene un segundo escenario, Granada, que en la pluma de Carolina se convierte en refugio y remanso de amor y paz, a pesar de que en esa época de comienzos del siglo XX, ya se ha cubierto una buena parte del río Darro y también había comenzado el trazado de la Gran Vía con la que la ciudad, en pleno apogeo de la época del azúcar, intenta incorporarse a la modernidad. También es Granada la ciudad donde la protagonista conoce a una de las personas más interesantes de la vida real de la época, la escritora Carmen de Burgos y, en otro de sus viajes, vive la noche de amor más inolvidable de su vida. Por otra parte, Granada, con sus variopintos personajes, es el nexo que une esta novela con las tres anteriores del ciclo Cid. Serie de novelas río, que se inicia con “Guardianes de la Alhambra”, continúa con “Noches de Bib-Rambla” y “El último romántico” y termina –al menos, de momento- con “Los ojos de Galdós”. Cabe preguntarse: ¿Habrá un quinto tomo? Sólo la autora puede responder a esta pregunta, pero, dado el éxito de los cuatro tomos publicados, es muy posible que así ocurra. Sería el más dramático de todos, con la guerra civil y la represión franquista como telón de fondo, pero también, por sus cercanías en el tiempo, el más interesante para nosotros.
Desde el punto de vista literario llama la atención en esta novela la lenta y progresiva transformación de la protagonista que, sin dejar de ser ella, poco a poco, se va convirtiendo en un personaje que parece arrancado de una obra de Galdós. Casada con un hombre que no ama pero que, caído enfermo, lo cuida con esmero, al tiempo que mantiene relaciones con otro hombre que al final le dará una hija, la novela de Carolina Molina, además de novela río y novela histórica, también es novela psicológica. Ese género o subgénero narrativo que inventaron los rusos, continuaron los franceses, sobre todo Octave Mirbeau y Guy de Maupassant, y ahora nuestra autora resucita. En esta obra el lector va a encontrar un mundo tan complejo y profundo como el alma humana. Y quizás, si pensamos en la protagonista, sería más exacto decir, tan profundo y complejo como el alma femenina.