Iniciado ya el nuevo año 2020, toca hacer balance del anterior, si bien me detengo, para analizar una palabra.
Es “armonía” el vocablo elegido, entre las infinitas posibilidades que me ofrece el diccionario. Por el término antes citado entiendo “equilibrio, proporción y correspondencia adecuada entre las diferentes cosas de un conjunto”, pero también “relación de paz, concordia y entendimiento entre dos o más personas”. De las dos acepciones destacadas, me quedo con la segunda como uno de los propósitos fundamentales u objetivos que quiero llevar a cabo como persona.
Del griego «ἁρμονία», en música, es el estudio de la técnica para enlazar acordes (notas simultáneas). Crear buenas vibraciones o transmitir valores positivos en nuestro entorno es algo que debiéramos hacer todos/as. Ligado a la palabra referida, aparece “respeto”. En este sentido, hemos de entender por este último un sentimiento positivo que implica tener veneración, aprecio y/o reconocimiento por una persona o cosa. Sin duda alguna, cuando respetamos “toleramos” o “aceptamos a quien no comparte nuestros mismos gustos o intereses”. La diversidad nos enriquece cuando somos capaces de convivir sin exclusiones, manteniendo un diálogo que garantice una sana convivencia.
En cualquier situación en la que el ser humano interaccione, necesitamos practicar la tolerancia: aceptar las virtudes y defectos del otro, pero ser crítico también con nosotros mismos. Tomemos conciencia de que la verdad absoluta no existe, pues en mayor o menor grado, todos nos equivocamos. Así, construyamos desde la crítica constructiva y no destructiva (la transmisión de valores nos hará crecer). Tratemos de lograr el entendimiento en todos los ámbitos: núcleo familiar, trabajo, escuela o en nuestro círculo de amistades. Evitemos el desprecio o la desconsideración por no pensar o actuar como nosotros, mostrando empatía (siendo capaces de ponernos en el lugar del otro).
Esperando que mis deseos no caigan en saco roto, deseo un maravilloso 2020.
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Profesor de ESO