Ante cualquier “revelación” –bienintencionada o no–, se ha puesto de moda decir aquello de: “¡ya lo sabía!”
Parece como si el sabio Salomón se hubiese reencarnado en muchos de nuestros congéneres; incluso en aquellos que han elegido el camino de la política como profesión sin retorno; aquellos a los que que José Mujica, cuadragésimo presidente de Uruguay, les dedicaba estas sentidas palabras: “Hay gente que adora la plata y se mete en la política; si adora tanto la plata, que se meta en el comercio; en la industria; que haga lo que quiera; no es pecado; pero la política es para servir a la gente”.
Últimamente he descubierto, entre otros, dos lances muy relacionados con la antedicha exclamación: uno, cuando se usa para no quedarse fuera de juego; y dos, cuando falla la memoria (hay un tercero, difícil de definir, que subsiste en razón a los anteriores, acaparando todos sus contenidos).
El primero, va siempre acompañado de un gesto sorpresivo que no corresponde con la emisión de la voz recibida, mientras que la mirada del que presta sus oídos se pierde en el infinito y la duda asoma en su ceño.
–Pregunta: ¿Te has enterado del nombramiento de fulanito y del cese de menganito?
–Respuesta: …Yo… ¡Ya lo sabía!
El segundo, tiene mucho que ver con el recuerdo y lo acostumbrado que uno esté a escuchar enredos.
–Pregunta: ¿Sabes que el presidente estuvo reunido ayer con ella?
–Respuesta: ¡Sí! ¡Ya lo sabía!… Te lo dije yo.
Y, el tercero, unión de los citados, prefiero que ni os lo imaginéis –que no lo sufráis–, porque, en caso contrario, el paroxismo podría llegar a límites insospechados.
Lo mantenía reflexiones atrás –y lo seguiré manteniendo–: el crédito que nos dan nuestros congéneres no depende de petulancia alguna; al igual que la formación integral es enemiga de cualquier forma de copia… ¡Que para imitar las falsedades de otros –o sustentar las propias– ya hay suficientes “payasos”, y no precisamente tan honestos y profesionales como los que trabajan en los circos!
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de
Ramón Burgos
Periodista