El pasado 24 de enero, festividad de San Francisco de Sales –patrón de los periodistas– la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) emitía un comunicado.
En él reiteraba “su firme compromiso con la defensa de la libertad de prensa frente a los vetos a medios y periodistas, los recursos a las ruedas de prensa sin preguntas y la exclusión de los profesionales del periodismo de actos de especial trascendencia para la sociedad española”.
Ese mismo día, Francisco –el Papa de Roma– lanzaba un mensaje para la 54 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “(…) porque creo que para no perdernos necesitamos respirar la verdad de las buenas historias: historias que construyan, no que destruyan; historias que ayuden a reencontrar las raíces y la fuerza para avanzar juntos”.
Y María Teresa Corzo Santamaría, decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Pontificia de Comillas, al hilo de una convocatoria a los medios de comunicación, protagonizada por tres ministras españolas, publicaba –leído por mí en esa misma fecha– un artículo titulado “Las diosas han hablado”: “Indignación, indignación es lo que siento al oír semejante muestra de abuso de poder como que los hijos no pertenecen a los padres. ¿Ahora pertenecen al Estado no?”.
Ante estos posicionamientos, mi testarudez reflexiva me ha llevado, una vez más, a intentar desgranar la posible existencia de un “mensaje único” –si es que lo hubiere– en tan desemejantes escritos. Y lo primero que he sentido es la necesidad de encontrar el respeto mutuo a la libertad intelectual, pues creo que sería de agradecer que la vergüenza primase sobre la osadía; o, como mantenía el maestro Machado, don Antonio: “Si cada español hablase de lo que entiende, y de nada más, habría un gran silencio que podríamos aprovechar para el estudio”.
¡En ello estoy! Quizá el Santo me ayude.
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de
Ramón Burgos
Periodista
