He recibido una magnífica lección de alta cocina. Mi frutera me ha explicado con pelos y señales cómo hay que “maurar” una chirimoya: “Cuando llegue a casa, la envuelve en papel de periódico… ¡Y así, lista para mañana!”.
Confieso que todavía no me he puesto manos a la obra para comprobar el resultado del experimental consejo: si no había merma de calidad; si el sabor era más que adecuado; si la tinta no influía en la piel; etc.
Lo que me ha entretenido –ya os lo podéis imaginar– es el planteamiento de ampliar la investigación a otros tipos de “frutos verdes”; mejor dicho, a otras “figuras verdes” de nuestro diario vivir… Y todo ello al hilo de las expresiones enviadas –espetadas– últimamente a varios profesionales del periodismo sobre el trato que se da a determinados representantes políticos en sus artículos y, por ende, en los medios para los que trabajan.
Fijaos, por ejemplo, que no estoy manteniendo que con lo que estarían contentos los dicentes es con que los envolviésemos, a modo de las momias faraónicas, con las necesarias páginas de un rotativo –en lugar de vendas–, y, tras el proceso de embalsamamiento, les aseguremos la vida eterna en tumba piramidal repleta de objetos de salvación (que, quizá, sea lo que, en el fondo, ellos pretenden).
Lo que esbozo, es la necesidad de aplicar la equidad, sin desviaciones interesadas ni torticeras. Lo que apunto, está más cercano a la necesidad de aplicar una visión justa de los acontecimientos. Lo que bosquejo, se incardina indefectiblemente en la sinceridad sin dobleces.
Como otras muchas veces, recomiendo ahora –me recomiendo y os recomiendo– que antes de “tirarnos a la piscina” nos documentemos suficientemente en torno a la batalla dialéctica que, de motu proprio o inducido por otros, vamos a emprender; pues las heridas infringidas en la honorabilidad comportan, para no cerrarse en falso, un gasto en botica que, en la mayor parte de las ocasiones, no compensa ni su sobrecogedor coste, ni la bondad de los resultados.
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de
Ramón Burgos
Periodista
