A ciencia cierta, nadie sabría decir el motivo de por qué en los días de lluvia la gente se tira por cocinar una buena sartén de migas, ya sea de pan o de harina.
Preguntas y te dan cien respuestas, incluso hasta refranes como… “cuando llueve y hace sol, come migas el pastor”, luego ahí no tiene nada que ver la lluvia.
Quizás si sea que nuestras abuelas echaban mano de lo que solía haber en las despensas de aquellos años, que era pan duro o harina, matanza, ajos y poco más, de ahí el origen de las migas cuando llueve. Al no poder salir a la calle, pues entre otras cosas no había ni calles.
Esas migas blancas y sueltas como la nieve que hace mi mujer, ese manojillo de boquerones, esos pimientos fritos, ese tomatito, esas cebolletas, ese tocinillo, esa longaniza, ese bacalao, esa pedazo copa de vino… ¡y a disfrutar que son dos días!
Pero bueno, a lo que iba, que a mí como al pastor, me gustan en invierno y verano, haga frío o calor, llueva o escampe, el caso es comerlas.
Esas migas blancas y sueltas como la nieve que hace mi mujer, ese manojillo de boquerones, esos pimientos fritos, ese tomatito, esas cebolletas, ese tocinillo, esa longaniza, ese bacalao, esa pedazo copa de vino… ¡y a disfrutar que son dos días!
Las migas (a veces llamadas migas de pastor) son un plato típico de pastores con el que se aprovechan las sobras de pan duro, aunque existen también las migas de harina, típicas del sudeste español. Las migas provienen quizá del cuscús magrebí; en los territorios cristianos se hacía con pan y se le echaban torreznos de cerdo para distinguirlo de la comida árabe y judía.
Se atribuye comúnmente el origen de este plato viejo a las capas más necesitadas de la sociedad. El pan sentao (me encanta esta forma de designar el pan de ayer) hábilmente reciclado en un invento de los que no pueden zampar otra cosa que pan duro domesticado para el diente. Las calorías del pastor y el campesino, portables en el zurrón en forma de cuscurro de pan, ajos y aceite. Porque estos tres elementos son los que definen la base del plato y los únicos imprescindibles para que unas migas sean migas y no otra cosa.
He de reconocer que mi infancia y adolescencia estuvo marcada por las deliciosas migas que hacia mi abuela Laura, después mi querida madre y ahora mi mujer, las hace sublimes.
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