Maria Carmen Ossa: «Carta de un Refugiado a Europa»

Con la entrada… del poema de la poeta británica-somalí, Warsan Shire.

Ustedes tienen que entender que nadie pone a sus hijos en un barco a menos que el agua este más segura que la tierra.

«Eres abogada. O electricista, economista, taxista o cerrajero, da igual. Tienes tu pequeña familia formada por tu pareja, un niño, una niña y un perro. Tu vida consiste en cuidar de los tuyos y salir adelante.

Pero la pólvora se acerca tanto que un día sabes que tu vida normal se ha acabado. Cargas mochilas con lo que puedes, abrigas a los niños y sencillamente sales de casa, a pie.
Somos decenas caminando.
Se unen cientos, miles.
Nuestro perro nos sigue, ajeno al drama.

Como los niños, eso sí quejosos porque tienen sueño y frío.
Llevamos tres días y tres noches de camino. Los niños no entienden nada pero se adaptan. Aprovechan los descansos para jugar.

Hemos perdido a nuestro perro. Las mochilas están ya vacías, así que las abandonamos.
He trabado amistad con esa mujer que caminaba sola con su hijo.
Su marido murió en la última explosión.

Compartes lo último que tienes con ella. Tienes dinero, pero no hay tiendas
Hueles mal, tu pareja huele mal. Todos olemos mal.
Nos damos ánimos.
No hay marcha atrás aun sabiendo lo que nos espera.
Llegamos a la playa y miles de otras personas como nosotros.

Una ONG reparte raciones de comida y botellas de agua. Nos dan dos, para los niños. Hay demasiada gente. Nuestro dinero no vale.

Por la noche aparecen las mafias. Si les pagas una fortuna te embarcan no sabes dónde. Hay soldados, también. Te proponen cosas horrorosas.
Contamos nuestro dinero; nos preguntamos si podremos embarcar los cuatro.
Pero no nos quedará nada más.
Llega el momento.
Decenas de personas se suben a una balsa neumática.
La mujer a la que ayude, con expresión perdida, embarca a su hijo.
Ella no. No tiene suficiente dinero.
Te causa una gran confianza que el niño no llore.
Se aferra a una foto de su madre que tiene un número de móvil en el dorso.

Ya en el mar te explican el plan.
Hay gasolina para 50 millas.
Hasta aguas internacionales.
Allí, con suerte, nos rescatará un barco, aunque eso no es lo más frecuente.
Lo normal es que la corriente nos lleve durante semanas.
Llevamos una semana sin ver tierra.
La gente agoniza.
Lanzamos los muertos al mar.

Ha llovido, hemos podido llenar las botellas con un poco de agua.
Tenemos frio y calor.
En el horizonte, un barco que nos rescatara.

Mantas, comida, agua, espacio.
Los niños no sonríen, no se mueven.
Lloras al pensar y eso les marcará de por vida.
Son tan pequeños!!!!

El capitán del barco explica, en inglés, que no podremos desembarcar en el siguiente país, ni en el siguiente.
Si supierais que un ministro lo celebra como un triunfo??

Al fin en la otra punta del mar parece que te reciben.
Desembarcamos.

Cogemos fuerte a los niños para que no se nos pierdan de vista.
Trato de no perder de vista a mi pareja que lleva a nuestro pobre niño, en estado permanente de shock.

Todo el mundo es muy amable. Pero hay algo. Pedimos tímidamente poder cargar nuestro móvil para llamar a nuestro padre, que se quedó.
(Alguien del país de acogida nos lo niega)

Parece que eres persona, pero ya un poco menos que hace un mes cuando abandonamos nuestras vidas.
Vemos con nuestros propios ojos como se llevan a los jóvenes a los centros de internamiento.

No estás en tu casa y nunca lo estarás.
A quinientos metros una manifestación, pequeña, pidiendo que nos devuelvan a nuestro país.
Nunca creímos que conocerías el mal tan íntimamente.

Vimos el país de procedencia del armamento que destruyó nuestras vidas.
Nos llaman migrante, refugiado; Algunos son amables.
Realmente no queremos nada de ellos pero aceptamos la ayuda.
Queremos nuestra vida, nuestro hogar nuestros problemas como todo ser humano los problemas del día, los problemas de la vida; los del día a día.

Sabemos que quizás nunca la recuperaremos todo lo que dejamos atrás.
Hemos perdido lo éramos para siempre.
Europa, tienes que parar esto.
O acogemos en condiciones o detengamos las guerras.
No digas que no hay recursos, ni se te ocurra decirlo.»

(Nota: me he atrevido a escribirlo en primera persona creo que es importante más nunca
Trabajar la empatía y conocer el dolor de otros, decía en una conferencia en Barcelona el escritor
Ngugi W Thiong’o  el pasado mes de febrero en una conferencia en Barcelona: “El dolor o la felicidad en cualquier parte del mundo debería ser nuestro propio dolor o felicidad”).

 

MARIA CARMEN OSSA (MAKEDA)
Secretaria Nacional de Organización Panafricana
Española para los Derechos Humanos.
Presidente de Africanas Por El Mundo.

 

Redacción

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