Parece –al menos a mí– que una moda se ha vuelto a instaurar, con vientos de ciclón, en nuestra ciudad: la “adopción como propios de los comportamientos y opiniones ajenos”…
Un uso cercano al “postureo” (neologismo), bastante generalizado en varios sectores ciudadanos, que, en sus manifestaciones hasta ahora conocidas, apunta ir más allá de la adaptación que algunos animales y plantas hacen de su entorno, pues lo detectado se acerca peligrosamente a la ocultación.
El derecho a conocer la perfección de lo pactado –la realidad, el desarrollo y la situación puntual de las cosas– es tan inviolable como cualquier otro; y, además, no sólo afecta a los “negocios”, sino también al diario vivir de todos nosotros.
Intentaré explicarme. Imaginaros que habéis –hemos– recibido una determinada “oferta de futuro” y que, de buena fe, tras estrechar la mano del interlocutor, el acto finaliza con la coletilla de “como estamos de acuerdo, ahora hay que plasmarlo todo en un papel” (o en una urna)… Han pasado los días, y en el tiempo de la firma, sobreviene un cambio de “película” –suele suceder–, cuyo guión difiere bastante, o no tiene nada que ver, con lo pactado con anterioridad… ¿Qué pensaríais? ¿Cómo actuaríais?
Desde luego la solución no está en el estoicismo espartano ni en la plegaria impenitente. La acción coordinada y la exigencia e impulso a los elegidos para el buen gobierno son, sin duda, principios de un camino en el que no cabe el desfallecimiento.
Así, instaurados en esta senda, quizás podáis coincidir conmigo en el esfuerzo por anular la estrategia maliciosa que se está tramando contra el progreso de nuestras ciudades: la falta de respeto absoluta con lo que ha estado bien hecho y una ligereza interesada, partidista, en lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo.
Dice un buen vecino que “Granada necesita…”. Y yo, a estas alturas, añado un carácter negativo: Granada no necesita…
Leer más artículos
de
Ramón Burgos
Periodista