¡Cuánto se ha publicado el pasado 28 de febrero sobre Andalucía, su himno oficial, su bandera, el escudo…!
Y, una vez más, sobre Blas Infante Pérez de Vargas, ensayista, político e ideólogo del andalucismo.
De los innumerables escritos que sobre él he alcanzado a leer –bastantes a favor de las tesis de unidad andaluza; y muchos otros en contra– hay varios que me han llevado a una reflexión más profunda: ¿qué quiso apuntar, más allá de las palabras plasmadas en su epinicio, el notario de Coria del Río?; pues no me cabe duda que, por ejemplo, su deseo de retorno de los andaluces a “hombres (y mujeres) de luz” contenía bastante más que la configuración de un mero axioma temporal.
Quizá lo que años más tarde mantuviera Jordi Casellas: “La clave del camino del Hombre de Luz es no tener miedo de ser quienes somos (…). Esta visión es lo opuesto al egoísmo”.
Quizá lo “rapeado” por Nach en su videoclip oficial: “Hombres de luz soy la gente que respetan, / Los que buscan la esperanza y sufre inyectan, / Se manifiestan contra el mal que nos acecha (…)”.
O, dicho de otra manera –y en jerga granadina–:“espercojaos”, que tengan un aspecto lustroso y de buen ver en sus almas y, por tanto, en sus acciones.
Así, por lo reflexionado, hoy me puedo permitir mantener de nuevo, aunque sé que algunos sufrís –sufrimos– día a día lo contrario, que no hay “dos Andalucías”, sino ocho zonas habitadas, con sus peculiaridades irrevocables, de una única Andalucía, y que nunca debieron ser llevadas al enfrentamiento por razones políticas, geográficas, poblacionales o económicas.
Y, también, precisamente por ello –al considerar más que urgente acabar con cualquier tipo de colonialismo– me permito apelar a todos los que os sintáis “hijos de la claridad” para que cambiemos la ruta de la confrontación por la del desarrollo unitario y sostenible de nuestra tierra común.
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de
Ramón Burgos
Periodista