Si vives solo este encierro puedo ser más duro, si cabe, que para los que lo están pasando acompañados. Quizá eres muy afortunado y no sabes cuántas familias te están envidiando en estos momentos.
Imagina una casa llena de niños, de personas que van y vienen en pijamas, hambrientos, haciendo cola para entrar al baño, en plena guerra a la hora de decidir qué película ver, qué canal ver, etc.
Matrimonios, parejas, conviviendo 24 horas al día, aguantándose. El trabajo para ellos era la salvación, ahora se tienen que ver las caras todos los días y compartir desayunos, almuerzos, cenas. ¡Un horror! De aquí pueden salir muchas rupturas, pero también algunas relaciones se sanarán y se harán más fuertes, todo depende de cómo se aborde la situación.
¡Estás solo! La convivencia contigo mismo puede mejorar o empeorar; puedes optar por llevarte bien contigo mismo o caerte mal. Otra vez todo depende de cómo abordes la situación.
Ya estés solo o acompañado, esta es una estupenda oportunidad para conocerte, saber qué quieres. Quizá esa relación en la que estabas metido llevaba acabada hacia tiempo y como no tenías tiempo, valga la redundancia, seguías atrapado en ella (los abogados deben estar frotándose las manos). Ahora puede que te des cuenta de que la vida que llevabas no te gusta; ese trajín diario que no te conducía a ninguna parte, la cantidad de dinero que gastabas en caprichos (quien te iba a decir que tuviste que comprar más pijamas y menos zapatos), esas relaciones vacías que no te aportaban nada.
Puede que empieces a sentir la calidez del silencio, la necesidad de estar en quietud (aunque el reloj inteligente ese que llevas te esté insistiendo más de la cuenta en que te levantes con una vibración, la verdad, ya molesta), que te des cuenta que el ruido externo no permitía escucharte. No sé, puede que empieces a sentir que eres muy fuerte, que tienes un sentido del humor muy agudo, que tienes los ojos verdes grises (y no marrones), que la barba te sienta bien, que no tienes que perder unos kilos, que te gustas como estás, puede que descubras que te gusta no hacer nada y pararte a pensar quién eres en realidad. Que veas lo hermosa que eres sin maquillarte, que te gusta levantarte tarde y desayunar sentada, con el olor de ese café que se esparce por la casa.
Te propongo un ejercicio: intenta darte cuenta cuando te quejes y si quieres ponte una pulsera o una goma en la muñeca derecha y cada vez que te pilles quejándote pásala a la izquierda y así sucesivamente. Intenta que la pulsera esté en la misma muñeca cinco días (el reto es 21 días, pero vamos a ir poco a poco). Te darás cuenta de que te pasas la vida quejándote (sería una pena que no pudieras aprovechar el reclutamiento para conocerte y quererte más). Y si no puedes, pues critica este artículo, quéjate y di que es una payasada, incluso así, ha merecido la pena escribirte.
Y sobre todo recomiendo que lleves con humor la situación; miles de vídeos andan por ahí pululando, la verdad que muy ingeniosos. No se trata de minimizar la situación, ser capaces de reírse de nuestro confinamiento, de nosotros mismos, es un signo de que nuestro país es muy inteligente, de que somos muy inteligentes.
Que no decaiga el ánimo, seguro que descubres miles de cosas nuevas de ti en este encierro.
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Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso
(NOTA: Si necesitas ayuda en estos momentos, puedes contar con la mía. Soy psicóloga y de forma gratuita te atiendo a través de mi página, PSICOLOGÍA Y COACH PERSONAL puedes ponerte en contacto conmigo. Un abrazo, con todo el cariño que os siento, ahora cuando nos necesitamos más que nunca).