Virtudes Montoro: «Un metro y medio después»

¿Qué ocurrirá después de que pase el confinamiento y el orden, por así decirlo, se restablezca? ¿Qué nos ocurrirá como especie en cuanto a nuestras relaciones sociales?

 

Intuyo que la distancia social será establecida normativamente; legalmente se establecerá que los humanos debemos estar a un metro y medio, como distancia ahora natural y medida aséptica protectora, para evitar así cualquier tipo de contagio de este virus o de otros que pudiera aparecer.

Durante dos años, preveo confinamientos varios, en periodos en los que se pueda producir una oleada de infectados, todos a casa, después de éstos, podremos salir, como caracoles después de la lluvia o como niños cuando escuchan el gong que anuncia el recreo.

Humanos, nosotros, grabaremos en nuestro inconsciente colectivo ese metro y medio y nos acostumbraremos a ello, somos animales de costumbre, ¿no dicen eso?

Imagínate cualquier situación en el que se producen interacciones humanas, autobuses, cines, tiendas, restaurantes, bares, etc., por acatamiento legal, deberán establecer esa medida en asientos, espacios, aforos, etc.

A nivel psicológico nos ocurrirán muchas cosas, una de ellas es la acentuación de la distancia social, la dificultad para interaccionar de forma natural, nos aislará aún más. Si vivimos en la era de la soledad, ahora además será la de soledad desconfiada (no nos podremos fiar unos de otros, porque vaya usted a saber qué virus tiene encima ese).

Ya sufrimos las consecuencias de esta sociedad de consumo hipermediatizada e suprainformatizada, pues nos queda más, tanto que quedar con una persona será casi como ver a una estrella fugaz, eso sí a un metro y medio. Si antes nos importaban poco los demás, ahora nada en absoluto. ¡Qué solos nos veremos y qué distancia emocional tendremos aún que soportar!

Imagino que los gobiernos occidentales emularán a los orientales (cuando hablo de gobiernos hablo de todos, de políticos y ciudadanos, todos somos en definitiva las mismas personas en situaciones diferentes). Por estos lares, nos profetizo que nos veremos con un carnet de patologías e infecciones que junto al DNI, deberemos presentar allá donde vayamos (aeropuertos, trenes, conciertos, entidades bancarias, etc.). Con esto aparece otra consecuencia: la estigmatización. Estar enfermo significa ser un peligro para la sociedad. Ahora es el coronavirus, pero mañana será el republicanovirus, la cuestión es que nos controlarán aún más de lo que estamos, estilo made in China.

Y cada vez más alejados, más solos, con una tecnología (5G) que nos permitirá oler hasta el aliento de la persona con la que tenemos una videollamada y marcados por nuestras infecciones pasadas, presentes y futuras ¿para qué vamos a querer salir e interaccionar con una persona, si además debemos estar a metro y medio y desconfiará de nosotros? ¡Anda ya, hombre, yo no salgo ni muerto, me autoconfino!

Y vemos un claro ejemplo de cómo comienza la extinción de una especie. ¿Hay esperanza?

Sí, si estamos dispuestos, tal y como nos enseñó de Viktor Frankl, a encontrarle un sentido a lo que nos está pasando, a responsabilizarnos, como especie, de esta situación y decidimos cambiar nuestra actitud con la libertad que tenemos para mejorarnos y mejorar nuestro hogar, la tierra y si como sociedad, no nos dejamos caer en un nihilismo existencial y despertamos de este estado de irresponsabilidad, podremos salvarnos.

Si no actuamos con amor desde una límpida visión del mundo, nos queda evaporarnos como los dinosaurios, esta vez no por un meteorito, si no por microscópicos virus patentados.

El sentido de nuestra existencia es ahora, la responsabilidad, lo entendemos o morimos.

«Quien siente su vida vacía de sentido, no solamente es desgraciado sino apenas capaz de sobrevivir», dijo una vez Albert Einstein

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Virtudes Montoro López

Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso

 

Redacción

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