Pedro López Ávila: Un virus podrido de ideologización»

Ya está bien la manida martingala de que este no es el momento de la crítica y que es el momento de arrimar el hombro. No, no es verdad.

De todos los virus que hayan provocado epidemias o pandemias al transcurso de la humanidad, nunca se ha dado un caso similar de un virus tan profundamente ideologizado como este. El elevado número de muertes y de infectados que está causando, que ni se sabe, está significando el quebranto de la estructuras económicas que parecían definitivamente asentadas en los muros del consumo. Concretamente, en nuestro país se dice desde los distintos partidos políticos y desde los medios que tiempo habrá de hablar del fondo de la cuestión, es decir, de cómo se ha llegado hasta aquí, con el mayor número de fallecimientos (por millón de habitantes) del planeta y de cómo se está gestionando la situación; pero me parece a mí que una cosa es lo que dicen y otra bien distinta es lo que hacen. Simplemente echando una mirada a la prensa, a las declaraciones de nuestros políticos, a las acaloradísimas disputas de los tertulianos o la redes para poder observar que no es demasiado difícil percibir, con absoluta claridad, que cada cual ha tomado partido de manera enconada ante esta cuestión, y que el contagio del virus es directamente proporcional al grado de rabia y de indignación del personal.

No obstante, está claro que existe más gente de la que creemos que queda esclava por vida de su postura ideológica inicial, como si el pensamiento fuese un dogma y no algo dinámico en perpetua evolución, igual que la realidad social. Por esto, a mí me parece que hay que estar en Babia para no querer ver que existe una perpetua irritación en una parte importantísima de nuestra sociedad con motivos que la justifican.

La vaciedad de las palabras, la retórica y los eufemismos con que informa el gobierno son zafios y a veces ininteligibles; los contertulios por encargo me resultan nauseabundos, la política con mayúscula está falsificada; sentir lo que se siente y no lo que nos mandan sentir las cadenas de TV (quiérase o no, que adoctrina con una vertiginosa fuerza) atenaza la libertades de millones de hombres y de mujeres. Ya está bien la manida martingala de que este no es el momento de la crítica y que es el momento de arrimar el hombro. No, no es verdad. ¿Acaso es el momento de que el vicepresidente del gobierno, el Sr Iglesias, critique a la Monarquía, al Rey y defienda una república donde mande el pueblo?, y lo que es peor aún, probablemente con el silencio cómplice de los demás. Este sí que no es momento para plantear esas cuestiones. Como tampoco es el momento para que su pareja, la Srª Montero, Ministra de Igualdad por más señas, diga que la respuesta al virus debe ser feminista y antifascista.

Pero, ¿qué majadería es esa para combatir un virus? ¿Qué nos está pasando? Pero… ¿qué es esto? La mayor heroicidad que puede tener el ser humano es la libertad, pero para alcanzarla no hay que dejarse llevar por las sirenas que hacen promesas a la ciudadanía de lo que no se puede dar. Las referencias graduales, que van introduciendo estos grupos, sobre otros modelos económicos ahora ven su caldo de cultivo en esta grave situación sanitaria y económica, y para continuar el camino iniciado no hay nada mejor que censurar a los medios de comunicación que no son afines al gobierno para alcanzar el objetivo perseguido, o utilizar el CIS de Tezanos con preguntas de respuesta incorporada o de imposible elección ¡Vamos!, para echarse a temblar. Así que ya veremos lo que nos deparan los acontecimientos. Esto es lo que tenemos ¡Qué vamos a hacer!

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