El balcón más triste de Madrid tiene las plantas marchitas. Los propietarios del balcón, con decenas de flores secas, fallecieron a causa de la covid-19.
La noticia ha sido dada a conocer por distintos medios y me ha llegado muy hondo, como fiel reflejo de lo que ha vivido este país llamado España durante los últimos tres meses. La luz sigue encendida en el balcón de madrileño barrio de Embajadores. Hace poco, en ese balcón había un vergel lleno de vida. Ahora, las plantas se han marchitado porque no hay nadie que cuide de ellas. La pareja de ancianos que vivía en el piso falleció a causa de la covid-19 durante la pandemia que, según dicen ha dejado más de 28.000 muertos, la mayoría ancianos.
Aunque parezca mentira, en pleno siglo XXI hay personas que se han casado una sola vez y siguen juntos luego de 30, 40, 50 y más años de matrimonio. De alguna manera, el amor otoñal en cada tipo de las parejas adquiere formas diversas: más afectuosa, más amistosa, más sexual, más tierna, más refinada, más espaciada, más profunda, más romántica.
Pero sobre todas las cosas, aunque pueda parecer insípido, el amor otoñal es realista, acepta las arrugas del otro, la sordera, las pequeñas manías, las depresiones peculiares, los gustos y preferencias, así como el manejo del dinero cada vez más restrictivo.
Últimamente estoy muy sensible, demasiado diría yo. Esta pandemia y la forma de tratar la misma por parte de las autoridades competentes, me ha hecho muy combativo con toda esta gentuza que quiere adjudicar los muertos al contrario, sin reconocer la dejadez e incompetencia de ellos mismos.
Una historia preciosa de amor se torna trágicamente triste y eso ha pasado en Madrid. Gracias al vecino de esta pareja, se ha descubierto que el matrimonio ha fallecido y de ahí que sus plantas y su balcón aparezca tan seco, árido y frío.
Se cree que el amor verdadero solo está en las películas, pero hay constancia de que las hermosas historias de amor también pueden ser reales. Pocas veces el amor es para siempre, pero, cuando es así, puede resultar maravilloso. Es el caso de esta pareja de ancianos que ha sido protagonistas de una tierna -pero también triste- escena que me ha emocionado hasta hacerme llorar.
Me vienen a la memoria las palabras de Miguel Hernández… «No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada».
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