Daniel Morales Escobar: «La conjura del 36 en Granada»

El lunes hizo exactamente ochenta y cuatro años que la rebelión militar que sacudía el país desde tres días antes se hizo con el control de la ciudad de Granada. Era el 20 de julio de 1936 y el mismo día de la semana que este año cuando militares y civiles golpistas se apoderaron durante la tarde de los principales organismos del Estado, encarcelando a las autoridades de la República que iban deponiendo y sustituyéndolas por oficiales involucrados en la insurrección. El comandante José Valdés Guzmán, jefe de las milicias falangistas, se impuso como el nuevo gobernador civil de la provincia; el teniente coronel Miguel del Campo Robles asumió la alcaldía de la capital, arrebatada a Manuel Fernández Montesinos, cuñado de Federico García Lorca; el también teniente coronel Lorenzo Tamayo Orellana fue el presidente de la Diputación Provincial,…

Los generales Franco y Mola, como dos buenos camaradas, en Burgos. En la revista Berliner Illustrirte Zeitung, el 27 de agosto de 1936.

 

Solo el barrio del Albaicín, de población trabajadora, opondrá durante unos días resistencia a los sublevados. Incluso se levantan en él algunas barricadas, pero serán inútiles ante la artillería que se dispara desde la Alhambra y el fielato de San Lázaro, así como ante las bombas arrojadas por dos aviones del Aeródromo Militar de Armilla, que también ha caído en manos de los rebeldes, como la Fábrica de Pólvoras de El Fargue, tan importantes ambos en estas circunstancias que se inician. El día 23, que era jueves, como este año, se acabó con la resistencia albaicinera y empezaron las tareas de limpieza… “de extremistas”.

Sin embargo, la mayor parte de los pueblos de la provincia se mantuvo fiel al gobierno de la República, de manera que la capital y sus alrededores quedaron cercados y aislados de las restantes guarniciones militares donde había triunfado el levantamiento. El último día del mes el periódico Ideal informó de la escaramuza ocurrida en la carretera de Murcia, entre Huétor Santillán y El Fargue, que terminó siendo un éxito para los que “consiguieron hacer huir a la desbandada a las fuerzas adictas al Gobierno de Madrid…”.

Ideal, viernes 31 de julio de 1936, p. 3.

No obstante, estas últimas empezarán los bombardeos aéreos sobre la capital, que duraron todo el mes de agosto y provocaron un claro clima de temor, aunque pocas bajas, y la protesta del cuerpo consular de la ciudad, que entiende que “no se ajustan a las más elementales reglas usuales en estos casos y traducidos en convenios internacionales, puesto que se han bombardeado hospitales, la Alhambra,… la catedral…”, además de que las bombas habían caído también “cerca de Consulados y algunas dentro, como en el de Francia,…” (Ideal, 3 de septiembre de 1936, p. 3).

Paralelamente, los militares sublevados tratan de acabar con el aislamiento de Granada, lo que logran el 18 de agosto al conquistar Loja. Pese a ello, hasta febrero del 37 la mayor parte de la provincia estará en manos leales a la República. Incluso desde esa fecha, cuando los insurrectos consiguen apoderarse también de la franja costera entre Málaga y Motril, incluyendo esta última, la provincia quedará claramente dividida entre los dos bandos hasta el final de la contienda y la entrada desgarradora en todas partes de las fuerzas franquistas vencedoras.

Pero antes, en esos meses del verano del 36, se inician también en Granada las detenciones, los juicios militares, las ejecuciones y los asesinatos. El triunfo de la conjuración trajo consigo la inmediata puesta en vigor del Código de Justicia Militar, de 1890, que fue la base jurídica del delito de rebelión y sus variantes, como “excitación a la rebelión”, “auxilio a la rebelión”, “adhesión…”, de los que se acusa a aquellos comprometidos con la República y, por tanto, opuestos a la única rebelión real que se produjo.

El 1 de agosto son juzgados en consejo de guerra los cargos depuestos: el gobernador civil de la provincia, el presidente de la Diputación, el ingeniero jefe de la delegación de Obras Publicas,… y serán fusilados en unas horas (excepto el primero, condenado a prisión militar perpetua). Dos semanas más tarde, el domingo 16, corren la misma suerte el alcalde de Granada encarcelado y el comandante militar de la provincia, el general Miguel Campins, que no se había unido a los traidores. También en El Fargue empiezan pronto las ejecuciones: el 14 de ese mes caen los primeros trabajadores de la Fábrica de Pólvoras, acusados de rebelión y tenencia ilícita de armas. Y el 18, de madrugada, muere asesinado entre Alfacar y Víznar el más llorado de nuestros poetas, Federico García Lorca, al que acompañan en su desdicha un maestro de Pulianas, Dióscoro Galindo, y dos banderilleros anarquistas, Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, que han participado en la resistencia del Albaicín.

Solo unos días después el gobernador Valdés emite la circular que dará paso a las primeras medidas depuradoras en la enseñanza y ya en septiembre se publicarán en el B.O.P., en fechas sucesivas, las listas de maestros suspendidos de empleo y sueldo, pero todos con carácter retroactivo desde primeros de agosto.

Estos fueron los hechos más relevantes que ocurrieron en nuestra ciudad durante aquel sangriento verano de hace ochenta y cuatro años, cuando empezó una larga pesadilla de incalculables consecuencias que llegan hasta nuestros días. Por eso, desde 2017, un sobrio pero emotivo Memorial rinde homenaje, junto a las tapias del cementerio granadino, a las más de cuatro mil víctimas mortales de la represión en este lugar. De la mayoría sabemos sus nombres, su población e, incluso, la edad y la fecha en la que fueron obligados a morir, pero otros muchos restos permanecen sin identificar.

Dos imágenes del Memorial a las víctimas junto a las tapias del cementerio de Granada.

¡Quizás deberíamos de acercarnos alguna vez para sentir la magnitud de aquella tragedia!

 

Ver artículos anteriores de

Daniel Morales Escobar,

Profesor de Historia en el IES Padre Manjón

y autor del libro  ‘Un maestro en la República’ (Ed. Almizate)

 

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